La jornada de ayer estaba llamada a ser la del fin del conflicto laboral derivado del cierre de RTVV, tras el preacuerdo alcanzado entre la empresa y los trabajadores la noche del viernes. De hecho, el 69 % de los todavía empleados de la cadena así lo validó en una emotiva asamblea ayer por la tarde en Burjassot. Un pacto con unas condiciones favorables a los trabajadores y que eleva el coste de las indemnizaciones a 86,1 millones.

Sin embargo, la última jornada añade incertidumbre y deja en el aire el acuerdo, que debe ser aprobado antes de esta medianoche, cuando expira el periodo de consultas. El Consell está decidido a paralizar el proceso. ¿El motivo? Uno de los seis sindicatos del comité, la minoritaria CGT con apenas un miembro de 13 en el equipo negociador, se niega a firmar el acuerdo después de que el 79 % de sus afiliados lo rechazara ayer por la mañana. Y casi con total seguridad recurrirá en los tribunales mediante demanda colectiva, aseguran. Los otros (Intersindical, CC OO, UGT, CSIFy USO), apoyan lo acordado.

Fabra, como se ha demostrado en la negociación, está dispuesto a tirar la casa por la ventana con un ERE de 35 días (los del resto de empresas han sido el mínimo que marca la reforma laboral, 20 días) con tal de cerrar esta crisis antes de 2015, año electoral. Sin embargo, la negativa de un sindicato (por minoritario que sea, como CGT, unos 80 afiliados) abre la puerta a una demanda que prolongaría el frente judicial con los trabajadores.

Así, desde el Palau se trasladaba anoche toda la presión al comité de empresa y a CGT, y recordaban que en toda la negociación han exigido el apoyo de los seis sindicatos.

CGT denunciará «casi seguro»

«El comité de empresa tiene que garantizar que el acuerdo es por unanimidad. Si no, habría falta de seguridad jurídica» que abocaría el ERE a los tribunales, reiteraban ayer fuentes de Presidencia. En este contexto, el Consell amenaza con retirar la oferta y volver al escenario inicial, ofreciendo 20 días por año. Esta mañana trabajadores y empresa se han citado para terminar de cerrar el acuerdo.

Desde el comité censuraron la posición de la Generalitat y tildaron de «chantaje» el movimiento de Fabra. En similares términos se manifestaban desde CGT, en el centro de la polémica. El sindicato de clase apela a la decisión de sus afiliados para justificar el no. Aseguran que su postura es irreversible y dan por «casi seguro» que presentarán una demanda contra el ERE. Entre los motivos de CGT para negarse figura la falta de un plan de recolocaciones o las dudas sobre la fiabilidad económica del Consell.

El acuerdo habla del pago del 60 % en el momento del despido y el resto, en el primer trimestre de 2015. El sindicato CGT cree que no hay garantías económicas (en un contexto de impagos crónicos a muchos colectivos), y que puede ser una «trampa» para dejar la patata caliente al futuro gobierno que salga en 2015.

Lo cierto es que, tras el órdago del Consell, se abren diferentes escenarios jurídicos. Con esa demanda de CGT, el Consell se enfrentaría a un juicio, pero con el contenido del acuerdo y el apoyo abrumador de comité de empresa y empleados, no podría achacársele falta de voluntad negociadora, como en el anterior ERE que fue tumbado. Sin embargo, advierten desde el comité, si el Consell retira a última hora este acuerdo avalado por cinco sindicatos, Fabra se expone a una avalancha de demandas y no podría argumentar voluntad negociadora.

Ocurra lo que ocurra en la reunión de hoy, la propuesta alcanzada salió ayer adelante con el apoyo del 69,5 % (729 votos); 291 se opusieron (27,7 %); hubo 17 abstenciones, 10 en blanco y 2 nulos. Votaron 1.050 trabajadores de los 1.600 de la plantilla.

Tensión en la asamblea

Antes, en el turno de palabra, alguno de los trabajadores afeó a otros compañeros que nunca hayan participado de las protestas de la plantilla: «Per fi veig algunes cares. Sou uns fills de puta», estalló uno de los empleados. Algún otro se mostró crítico por la posición de CGT, y reclamó votar sí, aunque la mayoría apoyó la decisión del sindicato. De algún modo, reconocía un empleado, la postura de CGT fue la objeción de conciencia de una plantilla que votó con la cabeza.