Es el año 7 después del derrumbe del imperio del ladrillo. Toda la Península está ocupada por la oscuridad económica derivada de la burbuja inmobiliaria… ¿Toda? ¡No! Una aldea irreductible camuflada entre la frondosa vegetación de l’Ombria del Benicadell, en pleno corazón de la Vall d’Albaida, resiste todavía y siempre al invasor... Los residentes de Carrícola no son los galos del cómic de Goscinny, pero han asistido impertérritos a la transformación del territorio —de puertas para fuera— a golpe de macrourbanizaciones y a cómo los pueblos de su entorno se arrojaban a los brazos de grandes grupos inversores con maletines cargados de programas urbanísticos y promesas de riqueza.

El ayuntamiento de esta localidad, en cambio, no autorizó ningún PAI durante la época dorada de la construcción. Tampoco deja que se construya fuera del núcleo urbano y no permite que se instale ninguna industria si su actividad no está ligada a la producción de energía renovable. Carrícola basa su forma de vida en el desarrollo sostenible y en el turismo rural y se ha convertido en un polo de atracción para creadores cargados de ideas, artesanos que han asentado aquí su hogar y dispares experimentos de base ecologista. El modelo funciona. Así lo atestigua el INE. En 1990 el municipio tenía 71 habitantes y hoy son 105. Frente al desplome demográfico que experimentó en 2012 la comarca, Carrícola fue de los pocos núcleos que logró crecer en población, un 7,1%.

En el marco de esa filosofía, la localidad se ha convertido en pionera en la introducción de un sistema de humedales artificiales para depurar sus aguas residuales de manera natural, reutilizando toda la carga hídrica sin consumir energía. La experiencia es única en la Comunitat Valenciana en un municipio e imita el modelo desarrollado en el Tancat de la Pipa de l’Albufera.

El resultado es un ahorro superior al 70% respecto al coste de una depuradora convencional, inasumible para poblaciones como ésta. Cierto es que Carrícola reúne un conjunto de factores que lo hacen posible, como el tamaño de la población o la ausencia de polígonos industriales, pero para la alcaldesa, Susana Cháfer, el proyecto —financiado por la Diputación de Valencia y desarrollado con la colaboración de la UPV— es perfectamente exportable al resto de municipios. Los resultados analíticos extraídos en la fase de pruebas, ponen de manifiesto que el sistema es factible para poblaciones inferiores a los 2.000 habitantes.

El director de la obra, Vicent Bohígues, expone el bajo coste tanto de la implantación como de la explotación, así como su elevada eficacia en la depuración de aguas contaminadas. La inversión ha rondado los 60.000 euros y ha contemplado la integración ambiental del sistema de depuración en perfecta harmonía con el paraje de Les Arcades.

Los humedales artificiales, que son visitables al público, se encuadran en los sistemas de depuración llamados «blandos», en los que no se requiere el consumo de energía de ningún tipo a lo largo del proceso. La solución técnica pasa por la creación de dos celdas artificiales de flujo horizontal y una de flujo vertical. El sistema abarca una superficie de 600 m2, mientras que su capacidad de depuración es de un caudal anual de 5.000 m3.

Paradigma del desarrollo verde

Además de esta iniciativa, otros proyectos convierten a Carrícola en paradigma del crecimiento sostenible y verde. La localidad cuenta con un centro de interpretación medioambiental, recurre a la recogida selectiva de materia orgánica para crear compost y revertirlo a la naturaleza y emplea burras para limpiar el monte de forma natural.

Con el nuevo sistema de depuración, los sustratos sólidos, las plantas y los microorganismos son los encargados del conjunto de procesos biológicos y fisicoquímicos necesarios para la degradación de la materia orgánica, para evitar los vertidos sin depurar al río. «Teníamos un expediente sancionador de la Confederación por culpa de un sistema de depuración obsoleto», expone la alcaldesa, que defiende un modelo alternativo de crecimiento.