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Investigación

Música contra el autismo

Un proyecto de terapia musical ayuda a ocho niños con trastorno autista a empatizar más y conectarse con el mundo

Jordi Ardit toca la guitarra para su hijo Diego, que sufre autismo. levante-emv

Todo empezó con una canción de Eric Clapton titulada Tears in Heaven (Lágrimas en el cielo) que Jordi Ardit le tocó con la guitarra a su hijo Diego, un niño con autismo sobrevenido a raíz de los efectos secundarios de una vacuna ordinaria cuando tenía 18 meses, según sus padres, en una relación controvertida (vacunas-autismo) que ya ha tenido casos de reconocimiento oficial en Estados Unidos.

Al oír aquella triste balada que Eric Clapton compuso para su hijo muerto, Diego empezó a tararear la melodía. Esa expresividad ya era mucho para un niño que había mostrado un comportamiento normal hasta el año y medio los vídeos familiares le muestran pronunciando sus primeras palabras, jugando con su hermano, dando los primeros pasos y comportándose de forma convencional pero que a partir de aquella vacuna experimentó una regresión y un gran ensimismamiento hasta el punto de que perdió el habla, dejó de mirar a los ojos de la gente para refugiarse en el cielo, sufría crisis convulsivas hasta una veintena de convulsiones al día en los peores episodios y se mostraba ausente de casi todo.

En ese momento Clapton entre padre e hijo, cuenta Jordi, «hubo una conversación sin lenguaje, pero sí una conversación musical mientras me miraba mucho a los ojos, que creó una vinculación entre los dos. En ese instante noté que con la música se potenciaba nuestra conexión». A partir de ahí se intensificaron las sesiones de música, que de estudiante de telecomunicaciones llevaron a Jordi a tocar por el barrio del Carmen con una banda de amigos y que ahora empezaban a servir de algo mucho más importante: una terapia para el autismo de su hijo. «Diego se calma mucho al oír música. También muestra mayor contacto visual y más interacción, más conciencia de lo que tiene a su alrededor y exhibe más confianza en sí mismo», explica su padre.

Fue tal la emoción de unos padres que habían sufrido tanto, unos padres que vieron cómo su hijo pasaba de llamarles y de pronunciar sus primeras palabras a empezar a girar ruedas y a dar vueltas sobre sí mismo mientras iba enmudeciendo hasta no decir nada, que enseguida dieron el paso de crear la asociación Música para el Autismo. Fue fundada el pasado mes de noviembre. Con un equipo de musicoterapeutas, ya tienen a ocho niños como alumnos. Dani, Rafa, Mireia, Carla, Rubén, Diego, Alba y Marcos acuden una vez por semana a estas sesiones individuales de 45 minutos subvencionadas en parte o por completo con la recaudación de sus conciertos benéficos. Ya han realizado dos: en la Facultat de Filologia y en el colegio del Pilar de Valencia, donde participan como coprotagonistas los menores con este trastorno.

En junio, Diego cumplirá seis años. Ha mejorado mucho: está menos hiperactivo y menos ausente en el colegio y en casa. Ahora le falta cumplir el sueño de sus padres: volver a hablar. Entonces, aquellas lágrimas de Clapton se harán realidad.

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