Quinientas personas asistieron el 30 de abril de 1987 en un monasterio de Japón a la presentación pública de un ciudadano occidental que aspiraba a recibir el máximo reconocimiento de la tradición budista soto zen ante un comité formado por 14 sabios ancianos. Francisco que ya era llamado por su nombre budista, tras ordenarse como monje en 1978 en Paris, mantuvo en japonés «un combate verbal de conocimientos, con diálogos vertiginosos, muy rápidos y fuertes con los ancianos», recuerda el fundador del monasterio Luz Serena que revive con todo detalle la solemnidad del ritual. «¿Cómo he llegado yo aquí?», se preguntaba momentos antes de iniciar la pelea oral que le llevó a alcanzar el dharma, su culminación como monje. p. g. B. valencia