La meditación cambió la costura de su piel. Comenzó a sentarse y a sentirse, como él mismo describe esta práctica espiritual íntima, y con apenas veintipocos años dejó atrás el título de maestro de escuela y su Utrera natal para adentrarse en un camino desconocido e irresistible como discípulo de la escuela budista japonesa soto zen que le convirtió años después en el primer maestro de esta disciplina mística en España, tras recibir la trasmisión del dharma, una especie de ceremonia de consagración religiosa que se celebró en un monasterio japonés y ante un tribunal de respetables ancianos ataviados a la histórica usanza de los personajes de alto linaje de las películas de Akiro Kurosawa.

La abuela de aquel niño, al que le llamaban Paquito, ya se anticipó por el saber que dan los años o por una indiscutible intuición natural a lo que iba a ser el futuro de aquel chiquillo cuando con su deje sevillano le decía cada vez que se lo encontraba revolviendo por la casa: «Eres lo que no está escrito».

La vida de Francisco Dokushô, el fundador del primer monasterio soto zen de España, cambió por c0mpleto al año de empezar a meditar. «Tuve una experiencia muy fuerte de apertura de conciencia que fue una señal incuestionable de que ese era el camino», expresa a Levante-EMV el maestro budista.

Hace 25 años y cuando las practicas espirituales orientales en España eran unas grandes ignoradas, aquel espíritu de lo que no está escrito que latía en su interior le llevó a erigir un edificio de retiro budista en la localidad valenciana de Casas del Río que este fin de semana celebra el primer cuarto de siglo de su fundación en una ceremonia de mística y simbolismo zen.

Trasmisión del dharma

Recuerda con toda nitidez Dokushô cómo eran los hilos que tejieron su ceremonia de entronización al compromiso con el soto zen en el ritual de trasmisión del dharma, que tuvo lugar entre un maestro de alto rango y él como discípulo.

«La trasmisión del soto zen tiene lugar más allá de las escrituras y de las palabras, es una devoción de la práctica de la meditación en estado de samadhi mente en estado cero, donde la conciencia se calma, se abre y se expande hacia las diez direcciones del espacio», explica el maestro que indica que esa devoción por la meditación se conoce como zazen, «que es la postura silente que constituye el corazón de nuestra práctica».

Dokushô indica que para meditar no se requiere nada, «se puede meditar en cualquier momento, incluso en el retrete», señala el fundador del monasterio Luz Serena.

El maestro budista asegura que meditar solo requiere dos gestos: sentarse y sentirse.

«Estamos enajenados y en esa enajenación que significa vivirse a si mismo como un extraño hay una falta de intimidad, siempre vamos corriendo detrás de fantasmas y de algo que está fuera de nosotros». Así ve Dokushô la sociedad actual.

Ignorancia y pérdida de conciencia

«La pérdida de la conciencia de uno mismo en el budismo se llama ignorancia y es la raíz de todo mal y de la enajenación mental», añade el experto en budismo zen donde el vacio y la nada constituyen el todo.

La pregunta en la conversación con el maestro surge directa: «¿Qué le ha dado el budismo para que le dedique toda su vida?». «¿Qué me ha quitado, querrás decir», precisa. «Desprenderme de muchas cosas que no necesito y quedarme en un estado de pura desnudez interior».

«La felicidad agrega sin ningún ánimo de proselitismo no se consigue a través de la acumulación, sino del desprendimiento, es como hacer una escultura, que no añades nada, sino que le quitas y ves una cosa bella dentro de esa mole».

El budismo soto zen que se practica en el monasterio Luz Serena y donde se realiza la formación de monjes en esta antiquísima tradición espiritual japonesa, «va quitando lo que te sobra y haciéndote más ligero de equipaje».

El hecho de que vaya con un hábito, la cabeza rapada y que haya logrado un amplio reconocimiento en la tradición histórica zen no le resta a Dokushô ni espontaneidad ni humor. «Dile a tu santo que baje a la tierra porque se te va al cielo», aconseja a los que creen que la mística del espíritu reside en el alejamiento de este mundo.

El maestro indica que cuando se emprende el camino de la conciencia en la vida cotidiana a través de la meditación ya no hay vuelta atrás. «La conciencia ilustra está presente en el 99 % de los momentos de la vida». En cuanto a una de las grandes gemas del budismo, que es la compasión, el maestro Dokushô indica que en la experiencia espiritual acompaña al despertar, «cuanto más despierto estás, más compasivo eres; la sabiduría y la compasión son las dos alas del mismo pájaro».

«La compasión aclara no es un estado emocional, es un estado del despertar de la conciencia».