El 2 de junio de 1707, las tropas borbónicas a las órdenes de Felipe V iniciaron el asedio de Xàtiva, en lo sucesivo quemada y humillada. 307 años y un día más tarde, un 3 de junio de 2014, José Pastor, un conserje jubilado de 78 años, republicano hasta la médula, interrumpe su paseo por la Albereda para clamar por un referéndum después de la abdicación de Juan Carlos I. Indignado cuando el periodista le pregunta por la posibilidad de que otro Felipe reine sobre el mismo pueblo que precisó de un siglo para recuperar la dignidad perdida, Pastor no tarda en mentar la guillotina y poco queda más por hablar. A pesar de lo que podría pensarse, esta visión no es la más corriente entre los vecinos de Xàtiva. Este diario ha tomado la temperatura de una decena de socarrats que, a pesar de compartir una nefasta opinión de Felipe V, no cumplen el tópico que los retrata como seres llenos de rencor y odio hacia la dinastía borbónica. Los hay que defienden la necesidad de escoger por las urnas al jefe del estado pero que, aún así, no muestran especial inquina hacia el futuro monarca por el hecho de heredar el nombre de aquel cuyos delirios borraron del mapa la ciudad.

Juan, estudiante de 19 años, remarca que ya han transcurrido más de 300 años. «El pasado es pasado y no tienen nada que ver uno y otro», sostiene. José Enrique, comerciante, habla de la necesidad de enterrar el rencor sin olvidar el episodio de 1707. José Antonio, bombero, considera una «chorrada» pedir al futuro rey explicaciones por lo que hicieron sus antepasados hace siglos... Más allá de la polémica, todos coinciden en algo: el cuadro de Felipe V volteado en l'Almodí no se toca. Así cumple su misión de preservar en la memoria al autor de la quema.