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Operaciones de bandas gástricas

"Tengo una bomba de relojería dentro de mí"

Tres miembros de una misma familia sufren los efectos de la implantación de bandas gástricas

Asiak, Sergio y Emilio observan el libreto informativo que recibieron cuando fueron operados de la banda gástrica. marga ferrer

Van aumentando los casos. Asiak, Emilio y Sergio se unen a Jose, Clara o Inma, los tres valencianos que, como contó ayer Levante-EMV, están teniendo graves problemas de salud a raíz de implantación de bandas gástricas, utilizadas en personas con problemas de obesidad para bajar drásticamente de peso.

Emilio y Asiak son marido y mujer, respectivamente. Acudieron juntos, a la vez que Sergio cuñado de ambos, a la consulta del doctor Vicente Dolz. Les hizo un precio especial por someterse los tres a la misma intervención. «Desde el primer día estoy mal», cuenta Asiak, que acaba de ser madre de su segundo hijo. Tuvo serias dificultades durante sus embarazos. «La ingresaron para suministrarle hierro porque tenía una fuerte anemia. Estuvieron a punto de quitarle la banda por le riesgo que suponía para el bebé», cuenta su suegra. Finalmente no tuvieron que hacerlo. «Nadie me avisó de que si me quedaba embarazada podrían surgir complicaciones», aclara la joven.

Los tres continúan con la banda implantada en sus estómagos. Sergio y Emilio es como si no la llevaran, relatan. «No me ha hecho nada. Perdimos 30 o 40 kilos durante el primer mes y después, cuando se desplazó, volvimos a ganar peso. La tenemos completamente abierta», explica Sergio. «El problema no es engordar, es que no sabemos si tendremos algo más», añade, en referencia a las complicaciones que han tenido otros pacientes, como Inma, con encharcamiento de pulmones y con el 60 % del estómago necrosado y extirpado.

La banda es una anilla que se abre y se cierra alrededor de la boca del estómago en función de la comida que se quiera dejar pasar al mismo. Al poco de operarse, Emilio empezó a encontrarse mal. Acudió a su cirujano y volvieron a intervenirle, pensando que tenía una fuga en la sonda que inserta el suero a la anilla. Sin embargo, al abrirle se dieron cuenta que el problema estaba en la misma anilla, no en el cable. «Me pusieron anestesia local, yo me enteré de todo e incluso en algunos momentos sentí dolor. Me dijo el doctor Dolz que me cambiaría gratuitamente la banda, porque la mía había salido defectuosa. Después lo inhabilitaron y ya no he vuelto, me da miedo quedarme en la operación y no ver crecer a mis hijos», lamenta.

Su mujer, Asiak, explica angustiada que lleva «una bomba de relojería dentro. Tengo la banda abierta, es como si no llevara nada porque no hace efecto, pero me encuentro mal cada día desde que me operaron. Decidieron dejármela abierta porque no me pasaba nada, ni los alimentos ni mi saliva. Me ahogaba», indica. Al abrírsela, ha podido volver a comer algo más, pero tiene el miedo en el cuerpo por los posibles daños que le haya podido causar la presencia de este elemento extraño a su cuerpo. Como a Jose, que tuvieron que operarle a vida o muerte mientras trabajaba en Alemania.

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