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Pere Maria Orts | Humanista

"La unidad española ha supuesto la destrucción de la personalidad valenciana"

"Si el bipartidismo desaparece la democracia se va al garete" - "El valenciano es una lengua que va a pasarlo mal" - "Deberíamos volver a los tiempos de Franco, cuando todos los ministros eran números uno de su promoción"

"La unidad española ha supuesto la destrucción de la personalidad valenciana"

¿Cómo vive un hombre sin teléfono, que cita por carta mecanografiada y recibe en persona? ¡Eso no es de este mundo!

¡Pues yo vivo espléndidamente! Porque lo que más deseo es el silencio y la tranquilidad, y el teléfono marea mucho. Cuando viene una visita, a toda hora están sonando esos chismes que interrumpen la conversación. Siempre he dicho que, quien quiere algo de mí, si la cosa tiene importancia viene a verme. Y si no la tiene y es sólo para pasar el rato, no hace falta que venga.

Ha vivido sin mujer ni hijos y sin tener que ganarse un jornal. ¡Es la envidia de tantos hombres!

(Risas) Yo he vivido como mis antepasados. Todos han vivido así desde hace generaciones. Nada ha cambiado: no hemos gastado más de lo que tenemos, hemos hecho el bien que hemos podido y no le hemos sacado el provecho a nada. Hemos vivido de las tierras, claro, pero pagando los jornales que tocaba y tratando bien a la gente. Nunca se ha quejado nadie. Mire: yo no he ido nunca a hoteles de lujo siempre he ido a tres estrellas y he hecho lo mismo en los restaurantes por norma general. Me encuentro más a gusto viviendo así que de otra forma.

Esa conducta no se ha llevado en los últimos años?

¡Ah! Allá cada uno?

Si no es indiscreción, ¿cómo arranca la fortuna familiar que usted heredó?

¡Uy! Un antepasado mío notario era batle reial en la Vila Joiosa y, no sé cómo, consiguió grandes extensiones de tierras en Benidorm. Eran tierras en enfiteusis, porque nos remontamos al siglo XV.

¡Al siglo XV!

Sí, sí. Luego, mi quinto abuelo fue notario del Santo Oficio e hizo un expediente de limpieza de sangre. Mi cuarto abuelo fue doctor en Leyes y abogado de los Reales Consejos; bueno, y alcalde mayor, gobernador de Benidorm y capitán de la milicia urbana. Sus hijos estudiaron en el Real Seminario de Nobles. A partir de mis bisabuelos ha habido en la familia presidentes de la diputación de Alicante, de Castelló, alcaides de castillos, requeridores de la costa, gobernadores militares de Peñíscola, senadores del Reino, una baronesa de Benicarló? ¡Ah! Y esto le hará gracia: por la familia de mi abuela descendemos de Pere Guillem Ferrer i Miquel, hermano de Sant Vicent Ferrer.

¿Qué opina de la corrupción y el expolio a las arcas públicas una persona que nunca ha cobrado nada excepto el sueldo de alférez en la mili durante seis meses y que lo ha regalado todo al «país»: desde 11.000 libros a la Biblioteca Valenciana hasta más de 300 obras de arte a la Generalitat, que suponen la tercera parte de los cuadros expuestos en el Museo San Pío V?

Por lo que respecta a mí, y por no atribuirme más méritos de los que tengo, yo vivía en una situación económica y personal que esas personas no tenían. Luego, las cosas que han ocurrido en Valencia, en España y en otras partes de Europa responden a que se ha producido un cambio político. Hubo una época en que la gente dedicada a la política perdía más dinero que ganaba. Pero, desde hace tiempo, hay personas que se dedican a la política para vivir de ella y ganar dinero.

Cuando escucha «Comunitat Valenciana» o «la Comunitat» a secas, ¿qué le viene a la cabeza?

No me viene nada a la cabeza porque ni me gusta ni me gustaba. Se lo dije a Emilio Attard: yo era partidario de llamar a la autonomía «Regne de València», que era su nombre histórico. Pero aquí se han empeñado en cambiarlo todo. Y yo estoy cansado de decir que no se mire hacia atrás, sino hacia adelante, y que no toquen cosas que no hace falta tocar.

Como miembro de la Acadèmia Valenciana de la Llengua, ¿qué le preocupa del valenciano: que el presidente autonómico no lo hable o que en la capital apenas se escuche por la calle?

Del valenciano me preocupa lo que les ocurre en este tiempo a las lenguas minoritarias: su indefensión frente a las lenguas más extendidas. Porque una lengua es un medio de comunicar una persona con otra; el resto es romanticismo puro. Y el valenciano, como el holandés, el danés, el sueco o el noruego, es una lengua que va a pasarlo mal.

Sobre Alberto Fabra no ha recogido el guante?

¡No! De Alberto Fabra puedo decir que conmigo siempre habla en valenciano.

¿Le gustaría que lo hablara más?

Sí, pero allá él?

Hablemos de Historia. Los Borja, Blasco Ibáñez y Joan Fuster. Usted cuestiona el panteón de izquierdas y nacionalista. ¿Cuáles fueron sus «pecados»?

Los Borja eran muy cultos y podríamos compararlos con los políticos actuales: se sirvieron del poder de la tiara pontificia para colocar a toda la familia, comprar señoríos y convertirse en una de las primeras familias de Europa. ¿No le recuerda a nada? A Calixto III le bastaron tres años de papa para colocar a la familia en todos lados. Pasaron de ser una familia de Xàtiva, cuyo padre era tintorero, a duques de Gandia que casaron a una hija con el duque de Ferrara. ¡No se puede pedir más!

Usted les atribuye consecuencias nefastas para Valencia.

Sí, porque los Borja acceden a la mitra de Valencia en 1429 y la ostentan hasta 1511. Pero esos señores no estuvieron aquí en todo ese tiempo y de ese modo impidieron que en el Renacimiento se realizaran grandes construcciones en la ciudad. Sólo hicieron que llevarse dinero fuera, como el rey Alfons V que llaman el Magnànim no sé por qué, ya que sólo hizo que llevarse dinero para invertirlo fuera. Los Borja vivían para ellos. Es una familia valenciana que sólo trabajó para sí misma.

A Blasco Ibáñez tampoco le guarda simpatía.

¡No! Porque con su política impidió que en Valencia se creara un auténtico partido socialista. A Blasco lo siguió mucha gente obrera y también mucha gente de clase media que quedó embobada con su retórica. Blasco murió en 1929, y cuando en1931 se proclama la República, los seguidores blasquistas de clase media se asustaron y pasaron a la derecha, mientras que sus seguidores obreros, que se sentían huérfanos de líder, hicieron lo peor que podía ocurrir: pasarse a la CNT y la FAI, lo que desembocó en el desastre de 1936, con el anticlericalismo, los incendios de iglesias y la destrucción del patrimonio artístico y los archivos. En ningún sitio ocurrieron tantos ataques eclesiásticos como en Valencia y Barcelona, allí por el anticlericalismo que predicaba el radical Lerroux. Y fue por la influencia de Blasco incluso después de su muerte.

¿El tiempo le ha quitado la razón a Joan Fuster, como usted ya le advertía en vida?

Fuster era íntimo amigo mío desde que su padre me dio clases de dibujo cuando yo tenía once años y Joan, diez. Después fuimos a la universidad. Joan planteó sus tesis desde un catalanismo radical, mientras que yo proponía una línea más viable para el país. Un día me dijo: «¿Y al pueblo cuándo hay que decirle la verdad? Y yo le respondí: «Nunca». Porque eso de que «la verdad os hará libres» va muy bien para la literatura, pero en la realidad no conduce a ningún sitio. Le advertí de que nadie iba a entender esa postura tan catalana, y así ha sido. Ahora bien: sin Joan, el valenciano y el valencianismo estaría hoy mucho más muerto.

¿Le ve futuro al nacionalismo en tierras valencianas?

No, porque no hay nada detrás. A Sanchis Guarner se lo dije un día en que nos juntamos un centenar de personas para presentar el primer volumen de la obra completa de Fuster: «Somos los que estamos aquí; detrás no tenemos a nadie». Muchos han creído y siguen creyendo que el valencianismo tiene una fuerza que en realidad no tiene, creen que este país es una cosa que no es. Porque los valencianistas somos una minoría. Por eso, siempre aconsejo a aquellos que se sientan valencianistas que entren en los partidos mayoritarios para, desde allí, hacer el valencianismo que puedan. Más no se puede hacer.

¿Qué políticos valencianos actuales le gustan?

No, de eso prefiero no opinar. Como idea general, sí diré que la política debe ser un acto de servicio, y los que han de pensar en prestar ese servicio son las personas verdaderamente preparadas, los números uno. Lo que me gustaría es que esas personas no se marchen a la actividad privada, porque ganan más dinero y nadie se mete con ellos, y dejen la política a personas no tan preparadas. Parecerá extraño que yo lo diga, pero deberíamos volver a los tiempos del general Franco, cuando todos los ministros eran números uno de su promoción, desde abogados del Estado a ingenieros de Caminos.

Es triste apelar a los tiempos de Franco?

Pero las cosas hay que decirlas como son.

Por cierto, ¿qué opina del éxito de Podemos y la desafección general hacia los políticos?

Ahí hay una cuestión muy seria porque muchas personas no han entendido qué es la democracia. La democracia sólo es posible si hay dos grandes partidos. Con una sopa de letras de partidos la democracia no es posible, porque no permite la estabilidad gubernamental. Yo he conocido gobiernos de dos meses en tiempos de la República y ver en Francia, antes de De Gaulle, estar casi tres meses sin Gobierno. Lo que no puede ser es que salgan personas como telepredicadores americanos cuyas ideas, la mayoría de veces, sólo sirven para marear a la gente.

¿Le da miedo la crítica furibunda a la actual democracia?

A mí me da miedo que el bipartidismo desaparezca, porque si desaparece el bipartidismo la democracia se va al garete. No cabe una multitud de partidos. Es imposible. Y hay un claro ejemplo: la democracia más antigua es la inglesa, con conservadores y laboristas; y la democracia más prestigiosa es la estadounidense, con republicanos y demócratas.

Volvamos al pasado. ¿Cuál ha sido, en su opinión, el gran error o fracaso de la historia valenciana?

El primero es que el Regne de València ya nace mal. Castilla fue conquistando territorios y repoblándolos con su gente. Pero aquí, en cambio, el rey Jaume I conquistó Valencia y no tenía suficiente gente para repoblar el nuevo reino. Hasta el punto de que más de 600 pueblos se quedaron en manos de los musulmanes. El segundo gran error fue traer aquí la dinastía castellana de los Trastámara [en 1412]. Ese cambio supuso la base de la unidad española, pero la unidad española ha significado la destrucción de la personalidad valenciana.

¡Sí que habla claro!

¡Es que las cosas o se dicen claras o no se dicen! Hasta entonces, los nobles valencianos eran gente de la tierra. Pero nada más llegar los Trastámara se hace conde de Dénia a Sandoval y Rojas, conde de Polop a Ruy Díaz de Mendoza? Todos ellos castellanos. Por si fuera poco, María Enríquez, viuda del primer y segundo duque de Gandia y prima hermana del Rey Católico, vivió aquí y nunca habló en valenciano. Ella acabó por castellanizar a toda la nobleza valenciana. Sobre la pérdida de la lengua y personalidad valenciana hay otro asunto: en 1545, doña Bárbara Pérez de San Vicente creó en Valencia una fundación para la educación de personas pudientes. Allí se enseñaba en latín y castellano. Por eso, los nobles valencianos y también los hijos de terratenientes que acudían allí volvían a sus pueblos usando el castellano como lengua distintiva.

¿De qué se siente orgulloso?

Orgulloso de nada. Pero, si acaso, medianamente satisfecho de no haberme aprovechado de nada y haber servido en todo lo que he podido.

A usted lo han llamado erudito, sabio, mecenas. Pero, a Pere Maria Orts, ¿cómo le gustaría ser recordado?

Como una buena persona que ha hecho por los valencianos todo lo que ha podido. Nada más.

¿Le parece poco?

Pues eso: nada más. He fet tot el que he pogut i prou.

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