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Victoria Camps | Catedrática de Filosofía Moral y Política

"La filosofía es rentabilidad social y moral, la utilidad de lo inútil"

Profesora, ensayista y exsenadora, esta tarde pronunciará la conferencia de clausura del Congreso de la Red Española de Filosofía que se celebra en la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación en Valencia

"La filosofía es rentabilidad social y moral, la utilidad de lo inútil"

La mirada penetrante de Victoria Camps produce una sensación de reflexión sosegada, de relajada cavilación. Se percibe en ella una especie de pasión intelectual y de reivindicación de la necesidad de más pensamiento en una coyuntura en la que las disciplinas humanísticas gozan de escaso prestigio social. Sin embargo, sus palabras reflejan una sabiduría madura, la que hace que lo complejo se convierta en algo fácil, evidente. La autora de «El gobierno de las emociones» (Premio Nacional de Ensayo), abre los ojos a la realidad desde su multidisciplinar trayectoria profesional. Catedrática emérita de Filosofía Moral y Política de la Universidad Autónoma de Barcelona, bajó a la arena política cuando fuera senadora por el PSC-PSOE durante los años 1993-1996. El mundo de la comunicación es otro de sus campos de reflexión, llegando a ser consejera del Consell Audovisual de Catalunya entre 2002 y 2008. En 2008 fue galardonada con el Premio Internacional Menéndez Pelayo. Su último libro es «Breve Historia de la Ética».

Hoy estará en Valencia participando en el Congreso organizado por la Red Española de Filosofía (REF), que se celebra en la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación, donde impartirá la conferencia de clausura a las 18.30 horas después de tres intensas jornadas de debate.

El título del congreso de la REF es «Los retos de la filosofía en el siglo XXI», y el título de su conferencia, «La filosofía ante la precariedad». ¿Cómo se unen estas dos ideas?

La precariedad es uno de los temas más actuales, especialmente por lo que está afectando a las relaciones laborales, al paro, a la pobreza, e incluso a una nueva concepción del trabajo que está dando lugar, a su vez, a la formación de subjetividades nuevas. Pienso que uno de los retos de la filosofía es el de reflexionar sobre estos procesos y profundizar en conceptos como este desde todas sus dimensiones.

Uno de los objetivos de este congreso es evidenciar que la Lomce deja muy poco espacio a la filosofía. ¿Qué se puede hacer y decir ante esta decisión?

Lamentarlo. La deriva del sistema educativo hacia una formación cada vez más instrumental y oportunista en perjuicio de materias que forman a la persona pero no tienen una utilidad material clara es un hecho que no dejamos de lamentar pero que no hemos discutido en serio nunca.

¿Es una decisión solo política, de un ministro concreto, o también es un fenómeno social en el que parece que la filosofía ha perdido su sentido tradicional?

No solo la filosofía. La literatura cede paso a la lengua. Los matemáticos también se quejan del poco espacio que tienen. Creo que tiene que ver con el planteamiento, inexistente, de en qué debería consistir una formación básica para todos. Quizá la filosofía debería enseñarse de otra manera dado que la educación se ha universalizado.

Pongámonos en el lenguaje mayoritario del utilitarismo. ¿Para qué sirve la filosofía en estos momentos?

Para lo mismo que sirven la historia, la literatura, el arte, la música. Para conocer a los grandes clásicos, preservar el patrimonio cultural y aprender del pasado. Es una rentabilidad social y moral, «la utilidad de lo inútil» de que habla Nuccio Ordine.

Decía el economista Jeffrey Sachs que una de las causas de la crisis ha sido que la élite norteamericana no ha tenido civilidad. Otros economistas como Antón Costas hablan de la torre de la arrogancia. ¿Puede ayudar la filosofía a afrontar el actual panorama de crisis económica y social?

No creo que más cultura filosófica implique necesariamente menos codicia. Lo que es cierto es que la filosofía enseña a pensar y lo que ha llevado a la crisis económica es un cúmulo de circunstancias donde el pensamiento desinteresado brilla por su ausencia.

Me da la sensación que en el ambiente filosófico de las últimas décadas ha predominado tal grado de escepticismo que ello también ha contribuido a cierto descrédito, el de una filosofía que ha dejado de dar respuestas. ¿Qué opina? Desde que se separó de las ciencias experimentales, la filosofía sabe que su función no es dar respuestas sino plantear preguntas, que no es banal, pues uno de nuestros problemas deriva quizás de que no hacemos las preguntas adecuadas o no nos planteamos nada en profundidad.

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