Multitudinaria y cívica. Así fue la procesión que todos los años centra los actos del 9 d'Octubre. Multitudinaria porque el tiempo invitó a los valencianos a salir a la calle de forma masiva, y cívica porque la exaltación de los símbolos, las protestas políticas y las reivindicaciones sociales se desarrollaron, por lo general, dentro de las normas establecidas. Fue, por tanto, un acto emotivo, intenso por momentos, alegre y cargado de simbología, todo lo que se espera de la celebración del Día de la Comunitat Valenciana.

Ya desde el principio la jornada venía cargada. Cuando a las 12 en punto la Reial Senyera asomó en el balcón del Ayuntamiento, una salva de aplausos y los sones del himno de España acompañaron su bajada, en la que por primera vez participó y de forma muy directa, una mujer, Mari Carmen Blay, que también acompañó a la bandera durante toda la procesión.

Allí preparado se encontraba el concejal socialista Salvador Broseta, que este año ha tenido «el honor» de portar la enseña. Calzó bien sus 18 kilos de peso y se adentró en un desfile a veces desordenado en el que estaban todas las autoridades, empezando por el presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, y la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá.

Y a ellos precisamente se dirigieron los primeros pitos de este primer tramo del recorrido, que en los últimos años, este menos, se ha convertido en un auténtico manifestódromo. Protestaron los trabajadores de Canal 9, pidió dimisiones Compromís, se exhibió un particular que portaba un cartelón con la esvástica nazi y la leyenda «Aborto, genocidio», y gritaron los contrarios a la Academia Valencia de la Lengua.

Como novedad, en este inmenso circo irrumpió por primera vez el partido Ciutadans, que liberó decenas de globos naranjas y coloreó el cielo de la ciudad en paralelo con las salvas pirotécnicas.

Superado este tramo, el desfile corrió por la calle San Vicente y la Plaza de la Reina para llegar a la Puerta de los Hierros de la Catedral. Allí les esperaba el nuevo cardenal de Valencia, Antonio Cañizares, que debutaba en esta fiesta y contribuyó al valencianismo pronunciando su discurso en la lengua de los valencianos. Besó la senyera, un símbolo «unido a la vida e historia cristiana de la ciudad»; acompañó a las autoridades y celebró haber vuelto a «esta viña del señor», a cuyos responsables políticos se ofreció para participar en todos sus proyectos.

Ajenos a sus palabras y al tedéum en sí mismo, fuerade la catedral se quedaron, como es costumbre, los concejales de EUPV y Compromís, aunque el máximo representante autonómico de este último grupo, Enric Morera, si entró al templo y siguió el acto próximo a los diputados nacionales Toni Cantó, de UPyD, y Marta Torrado, del PP, que ayer hicieron juntos el recorrido.

Como contrapunto a este desplante, los concejales de ambos grupos trataron de tomar todo el protagonismo posible cogiendo las borlas de la Senyera en varias ocasiones. El motivo, según explicó luego Amadeu Sanchis, de Esquerra Unida, era hacer visible su presencia en la procesión y el hecho de no haber entrado en la catedral, episodio que espera que el año que viene, con una nueva mayoría de izquierdas, quede fuera del recorrido.

Por lo pronto, ayer esperaron pacientes en la puerta románica de la catedral, en la Plaza del Arzobispado, por donde salió de nuevo la Senyera para encaminarse a la calle la Paz. Este es el tramo más bonito de la Procesión Cívica, donde la gente se agolpa y donde se escuchan los mayores vítores a la bandera y al pueblo valenciano. Los reproches a los políticos se tapan generalmente con los ininterrumpidos aplausos.

Incidentes en el Parterre

Y al final, el Parterre, la colosal estatua de Jaume I, obra del maestro Agapit Vallmitjana, donde se hace la ofrenda floral y se canta el himno de los maestros Serrano y Thous. También es, sin embargo, el lugar donde el valencianismo más radical, generalmente capitaneado por el Grup d'Acció Valencianista, toma la palabra. Ayer sus ataques contra el catalanismo, aderezados de gritos de «lladres», «vendidos» o «traidores», provocaron una pequeña reyerta que obligó a intervenir a la policía, cuyo fuerte cordón parapetó también a las autoridades de las embestidas que se sucedieron en las calles Pintor Sorolla y Barcas, ya de vuelta al ayuntamiento.

A las 13,30 horas, la procesión terminó. La bandera subió con dificultad, pero subió y volvió al Archivo Histórico. Broseta estaba exultante y agradecido a todos. Se sintió muy arropado. Y la alcaldesa calificó el día como «magnífico», con una procesión cívica «preciosa».