El Ejecutivo que preside Alberto Fabra está decidido a retrasar al máximo el momento de entregar a la oposición los gastos abonados a través de la cajas fijas de las conselleries, una sistema de pago opaco que, pese a estar regulado, se ha utilizado en ocasiones para gastos de altos cargos difícilmente justificables. Detrás de la caja fija, sostiene la oposición, no hay sólo despilfarro, sino también fraccionamiento de contratos vinculados con Gürtel y Brugal. De ahí el interés de la oposición en conocer el detalle de los 3 millones de facturas pagadas sin control previo en los últimos ocho años. Pese al ocultismo, han trascendido documentos que ponen en tela de juicio el uso que altos cargos han hecho de los fondos públicos en épocas en las que ya la crisis azotaba la C. Valenciana. A las compras ya conocidas de las pechugas Villaroy y los huevos kinder de una exalto cargo de la Conselleria de Medio Ambiente en tiempos Camps se une, según otros documentos a los que ha tenido acceso Levante-EMV, gastos en restaurantes que se antojan excesivos y compras que difícilmente pueden asociarse a las responsabilidades del cargo.

La relación de pagos en concepto de comidas y cenas es interminable en el departamento de Urbanismo durante los años 2009, 2010 y 2011 con el expresidente Juan Cotino como máximo responsable. Ninguna de las facturas se ajustan a los 20 euros que el presidente Fabra ha impuesto en su mandato, y evidencian también que los comensales no tenían miramiento alguno. Como muestra, un botón. El 13 de abril de 2010, en un restaurante del Paseo de la Alameda, una reunión de trabajo de cinco personas costó 252 euros. Se pidió, entre otras cosas, un entrecot que costó 60 euros. La entonces subsecretaria, Cristina Serrano, validó el gasto. Este diario ya relató en octubre de 2011 otros gastos peculiares certificados por Serrano, que hoy trabaja de asesora para el alcalde de Gandia, entre ellos, la estancia en un hotel el Año Nuevo de 2010, arreglos de un bonsai y cenas en un restaurante japonés. A nombre de Serrano figuran también otras comidas en las que no faltaba el marisco: (gamba rallada a 34 euros, quisquillas por 30 e incluso una copa de güisqui Glenrothes 12 años por 12 euros para rematar). En total, esta comida de trabajo del 20 de mayo de 2010 para tres personas costó al erario público 213 euros. También era asiduo al marisco el dimitido Juan Cotino. Junto a los ya aireados gastos relacionados con su papel de promotor de la visita del Papa (alojamiento en pensión con encanto en Santiago de Compostela con mariscada incluida), por caja fija su entonces director de gabinete validó otros gastos de comidas en el que el marisco fue el protagonista. El 1 de julio de 2010, una comida en le Grao de Gandia costó 131 euros.

También fue común en aquellos años, según la documentación de la caja fija de esta conselleria,servir comidas y bebidas en la conselleria en concepto de reuniones de trabajo, almuerzos que, como el que tuvo lugar el 27 de febrero de 2010 costó 1.086 euros y que también validó Calabuig. Otras facturas reflejan compras de delicatessen o bolleria fina para la conselleria, catering «con motivo de reuniones de trabajo» por diferente importes. Hasta un consumo en la cafetería «Date un capricho» a cargo de la exsecretaria autonómica, Maria Angeles Ureña, por 3,20 euros se pasó por la caja fija.

Pero los papeles a los que ha tenido acceso este diario, muestran también cómo la caja fija servía para camuflar gastos de carácter particular. Así, en las Navidades de 2010, la conselleria hizo varias compras en un establecimiento oriental para decorar la conselleria. Unos 400 euros en artículos navideños , entre los que se colaron dos pinzas para el pelo a 1,05 euros cada una, que también Cristina Serrano firmó para su abono por la caja opaca. En otra ocasión se compró por esta vía cebo para hormigas y una balleta multiusos por valor de 10,20 euros Lleva la firma de Ureña.