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Con José Vicente Grau en La Roqueta

"Ni el trinquet de Pelayo es lo que era hace años, ni sus alrededores"

José Vicente Grau incide en la desaparición del comercio tradicional unido a una notable transformación demográfica en La Roqueta, barrio de Extramurs donde se ubica el «templo de la pilota» y cuya proximidad le llevó a convertirse en «mitger»

"Ni el trinquet de Pelayo es lo que era hace años, ni sus alrededores"

El balcón de José Vicente Grau Juan (Valencia, 1968) se asomaba al patio interior del trinquet de Pelayo en la calle con el mismo nombre. Esa circunstancia, y el hecho de que su madre no le dejara bajar de la acera, le fueron arrastrando de forma inexorable al mundo de la pilota valenciana. El descubrimiento de un mito como Paco Cabanes Pastor, «Genovés», hizo el resto. «Yo quería ser como él», recuerda y aún se le ilumina la cara al hablar de quien lo ganó todo a fuerza de golpes inverosímiles. «Genovés siempre fue mi referente», confiesa Grau, calificado por dos veces como «Mejor jugador del mundo».

Grau vuelve con un punto de nostalgia al barrio de su infancia, La Roqueta, donde aún mantiene el piso familiar de la calle Convento Jerusalén, ahora alquilado. «Nos caían las pelotas y mi madre nos la hacía devolver. Ya estábamos advertidos y no hacíamos tonterías como guardárnoslas», manifiesta. Además del cambio que se ha obrado en la zona, marcada por la proximidad de la Estación del Norte y el trasiego que ello supone de personas. «Ni Pelayo es ya lo que era, ni sus alrededores», destaca.«El bajón ha sido increíble. Antes se llenaba cuatro o cinco días a la semana. Ahora no llega ni a dos ó tres», explica Grau. La metamorfósis no se circunscribe sólo a este pequeño templo del deporte autóctono por antonomasia. La barriada, apunta, ha experimentado una notable transformación en las últimas décadas, con un fuerte descenso demográfico. Desde 1981 hasta el último censo, de 2013, ha perdido un 28,9% de población. «Ha cambiado todo mucho, los comercios de antaño ahora son todo establecimientos regentados por chinos», relata sin esconder su desagrado por la pérdida tan acusada de raíces en la zona. Esgrime en su defensa que no se trata de xenofobia, sino de que ya apenas reconoce nada de lo que había. «Por allá por donde pasas ya no queda ningún bar de los de antes, ninguna tienda...», desgrana. No es sólo una constatación visual. Según los datos que maneja la oficina de Estadística del Ayuntamiento de Valencia, de los 4.387 habitantes, 982 son extranjeros. «Los alquileres no son tan altos como en otras zonas de Valencia y los de las fincas tampoco, porque muchas son de pocas alturas y no tienen ascensor», argumenta el expilotari, que tuvo que retirarse por culpa de una lesión en la espalda. Cuatro años después confiesa que sigue «echando de menos» el trinquet. «Por eso no voy ya», espeta rotundo.

El histórico Cine Jerusalem

Aún recuerda Grau el histórico cine Jerusalem de Valencia, donde iba a la sesión de los viernes por la noche. «Daba mucha vida a todo este enclave», relata a las puertas del octogenario edificio de estilo racionalista en el que se levantó el cine, en la calle Convento Jerusalen, número 55, y que hasta hace poco figuraba como sala reconvertida para música electrónica, concierto y espacio expositivo para artistas emergentes, y sede de eventos creativos. El local aún conserva su fachada de decoración art Decó. «También se montaba un mercado en la plaza que está aquí cerca, pero con el paso de los años fue perdiendo protagonismo y ha corrido la misma suerte que otros muchos negocios», incide.

De pilotari a camarero

La Roqueta tiene su origen en el primer ensanche que se realizó fuera de la muralla de la ciudad primitiva, por lo que conviven construcciones de épocas muy variadas, desde el siglo XIX hasta los años sesenta. De entre sus calles más emblemáticas, figura Xàtiva, donde el ya adolescente Grau vivió sus primeras gamberradas. «Con un tirachinas íbamos martirizando al que se pusiera a tiro», bromea. «La Plaza de Toros (a unos metros, pero en el barrio de Russafa), la Estación del Norte y el Instituto Luis Vives contribuían a que hubiera mucho tráfico aquí y mucho movimiento, nunca te aburrías. Siempre sucedían cosas», recuerda. De pilotari reconocido — ha sido el único «mitger» capaz de alcanzar el título de campeón individual en el año 2000 al derrotar a Álvaro—, pasó a tener que ganarse la vida como camarero. A grandes rasgos, la historia de José Vicente Grau resume la dificultad de un deporte como la pilota que aunque fue declarado Bien de Interés Cultural el pasado mes de septiembre, atraviesa un momento muy complicado. «Nuestro juego está fatal porque la gente joven además no va ya al trinquet», asegura. Aunque vivió instantes de gloria con la selección valenciana, y como profesional de Valnet, confiesa que ahora no se hubiera dedicado a este deporte «tan duro físicamente y tan mal recompensado». «No se ha potenciado lo suficiente y el cierre de Canal 9 ha acabado por hundirlo un poco más», señala. Aunque estuvo trabajando en el Cespiva (Centro de Perfeccionamiento, orgánicamente dependiente de la Consellería de Gobernación), «tras la lesión de espalda ya no me llamaron». Y decidió pasar página.

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