La cuesta de enero de 2015 está siendo especialmente complicada para el PPCV. La organización que preside Alberto Fabra lleva meses sometida al «embargo» de Génova, que cocina a fuego lento su decisión sobre el cartel electoral para las autonómicas. El silencio de la dirección nacional y las incertidumbres generadas (y en ocasiones alentadas desde Madrid) sobre si Fabra será o no el candidato no sólo supone un cuestionamiento para el jefe del Consell. La organización se encuentra lista para el combate electoral, pero con el freno de mano puesto ante la falta de un cartel electoral claro y el miedo a hacer movimientos que incomoden a Mariano Rajoy.

A cinco meses de las elecciones autonómicas, la parálisis está obligando a la dirección regional a posponer una estrategia que está prácticamente decidida y a la que sólo falta poner un líder. O una lideresa. Los populares valencianos, que acumulan veinte años de poder absoluto, no se habían visto en una situación así desde que conquistaron la Generalitat. Tienen mayoría absoluta en las Corts, gobiernan en todas las diputaciones, capitales de provincia y en la mayoría de ayuntamientos, pero siguen en el punto de salida de la carrera electoral por ausencia de corredor oficial. La oposición, en cambio, a excepción de Podemos que funciona solo con las siglas, tiene ya sus candidatos. Todos ellos han vuelto del paréntesis navideño metidos en harina. El socialista Ximo Puig ha estrenado la oficina del candidato y Mònica Oltra (Compromís) se ha puesto de nuevo el traje de guerrera. Los populares valencianos, por su parte, siguen enfrascados en elucubraciones e intrigas. Hasta los más críticos con Fabra admiten que este tiempo muerto juega en contra de sus intereses. La agonía, además, podría alargarse hasta finales de enero, si finalmente Rajoy estira los plazos y se espera a la convención prevista para el día 23. Otras fuentes, sin embargo, apuestan por que la incógnita se resolverá en apenas diez días: entre la semana que viene y la siguiente; es decir, después del comité ejecutivo nacional del PP del lunes, pero antes del cónclave nacional que, según esta tesis, quedaría solapado con el debate abierto sobre los candidatos.

Mientras la duda se resuelve, el cuartel general del PPCV en la calle Quart ultima una campaña cuyo objetivo principal es recuperar 150.000 votos para conservar la mayoría absoluta. Esta cifra, estiman en el PP, sería suficiente tomando como punto de partida el sondeo de octubre según el cual obtendrían el 36,4% de los votos y 43 diputados. La clave es cómo conseguir los siete escaños que, según sus cálculos, marcarían la diferencia entre conservar el poder o irse al abismo de la oposición. La dirección regional del PP parece tener clara la hoja de ruta. Con la hipótesis de que Fabra acabe siendo el candidato, la intención es que se pegue a rueda de los alcaldes. Es decir, que aproveche el tirón de quienes han estado más próximos a la calle y en cierto modo pueden aparecer como más autónomos de unas siglas muy deterioradas. La previsión es que en la campaña del presidente, los alcaldes sean protagonistas. Así, el PPCV quiere que Fabra esté presente en las proclamaciones de todos los alcaldables, aunque para ello, confirman desde el Consell, es necesario que Génova desbloquee el calendario.

En algunas comunidades en las que el cabeza de cartel no plantea ninguna duda ya se ha empezado a nombrar a candidatos de municipios. Un paso que en la CV nadie se atreva a dar. La campaña del balance y las propuestas electorales también está pendiente de Rajoy. La idea del PPCV es comenzar a airear su documento electoral a partir de la convención del 23 de enero, un cónclave en el que se dará a conocer el programa marco para las autonómicas.

En el Palau descartan actos para sacar pecho de la gestión al estilo de los que hizo el expresidente Francisco Camps. Por lo pronto, Fabra se agarrará a la mejoría de los datos del paro y sobre todo a sus líneas rojas para la corrupción. Los afines al presidente creen que, a pesar de las críticas internas y del evidente desapego de Génova hacia esta política, es la mejor tarjeta de presentación de Fabra. De hecho, las medidas de regeneración ocuparán un lugar importante en un documento donde no se preven grandes promesas electorales.