Alrededor de 300 personas, en su gran mayoría franceses y estudiantes del Liceo y del Institut Français, se concentraron ayer a las 15.00 horas frente al Ayuntamiento de Valencia para manifestar su repulsa a los «crímenes atroces» de París de la pasada semana y guardar dos minutos de silencio en memoria de los fallecidos, cuyos nombres fueron leídos en voz alta instantes antes de que alguien gritara «Vive la France» y los asistentes entonaran La Marsellesa.

Con los compatriotas de las víctimas también se encontraban algunos (pocos quizá) españoles que, como Amelia Alonso, querían mostrar su solidaridad «porque no ha sido un atentado contra Francia, ha sido un atentado contra la libertad». También la consejera consular Annik Valldecabres, defendió que «aunque seamos franceses, españoles, argelinos, magrebíes, tunecinos o de Estambul, hoy todos somos Charlie».

Valldecabres leyó un manifiesto donde subrayaba el valor de la libertad de expresión, que los periodistas del Charlie Hebdo «defendieron y ejercieron durante muchos años» y solidarizándose con las familias de «los empleados, los policías, y las personas asesinadas porque profesaban la religión judía». «Ellos también se han convertido en símbolo tras unos días oscuros en nuestro país».

Carene y Marion, dos «erasmus» que estudian actualmente en Valencia escuchaban el manifiesto portando una gran bandera francesa. «Acabo de llegar de Poitiers y allí está todo el mundo conmocionado „explicaba Carene„. No es normal que alguien pueda matar por unos dibujos». Pascal, profesor del Liceo Francés, destacaba la importancia de la prensa y, sobre todo, de las revistas satíricas como el Charlie como «pilar» de la democracia. Su compañera Victoria también hablaba de la importancia de la educación y de combatir la «intolerancia desde bien pequeños», y un grupo de alumnas españolas del Liceo destacaban como en los últimos días sus profesores han incidido en que lo ocurrido en París ha sido un «ataque a la libertad de expresión».

Chantal, profesora jubilada y vecina de la Pobla de Vallbona, y Raquel, hija de español nacida en Francia, coincidían en culpar de lo sucedido a la «marginación» que sufren muchos jóvenes musulmanes, educados en los valores de «libertad, igualdad y fraternidad» pero también en «barrios azotados por la crisis donde los fanatismos se convierten en una manera de dejar de ser invisibles».

Dominique, Françoise y Gil, expatriados en Turís y Montroi, aseguran que los franceses «no tenemos miedo a los extremismos porque somos el país de la libertad».