Personas inmigrantes de más de 30 países con sus respectivas banderas nacionales participaron ayer en la misa que el cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, ofició en la iglesia de Santa Catalina con motivo de la Jornada Mundial del Emigrante y Refugiado. Una jornada marcada este año por los recientes atentados yihadistas en Francia, que han convulsionado a Europa y han provocado comentarios de toda índole, como el del presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, que anteayer aseguraba que «si los inmigrantes no quieren nuestros principios, habrá que expulsarlos».

Entre las decenas de residentes extranjeros que ayer llenaban la céntrica iglesia de Valencia, este comentario no sentó nada bien. «Nos intentan meter a todos en el mismo saco», criticó Agustín Pérez, presidente de la Cofradía de Nuestra Señora del Quinche, de Ecuador. «Son unas palabras injustas y nada cristianas. No hay igualdad, intentan imponer barreras en un mundo donde debería reinar la libertad de circulación», añadió.

De la misma opinión era Marta, mejicana que lleva más de seis años viviendo en Valencia. «Estoy casada con un valenciano y completamente integrada. Estos comentarios no me afectan, entiendo que van dirigidos a otro colectivo inmigrante, procedente del mundo musulmán. En México tenemos los mismos principios de los que hablaba el señor González», explicó. «Además, tiene que tener en cuenta que ahora muchos españoles también son emigrantes, les podría pasar lo mismo que lo que él desea para otros», añadió.

MªLuisa Martínez, también mejicana, indicó que se siente totalmente integrada en la vida valenciana, pero que ha observado como, desde los asesinatos de Francia en la revista Charlie Hebdo, «se está aprovechando para polemizar con los inmigrantes. Nos quieren meter a todos en el mismo saco y asustar de cara a las elecciones», criticó.

Testimonio de sirios en Valencia

En la misa, se leyó en público el testimonio de una familia siria refugiada en Valencia formada por un matrimonio y dos hijos, que sin embargo no se vieron con fuerzas para verbalizarlo delante de un auditorio lleno por miedo a represalias. Además, durante el ofertorio se entregaron entre las ofrendas, un crucifijo envuelto en una alambrada para simbolizar la situación que viven los inmigrantes subsaharianos, así como un estandarte de la Virgen de Guadalupe.