«Si no hubiera hecho investigación básica durante un montón de años habría sido difícil el desarrollo aplicado», admite José María Benlloch, un físico experimental de primera línea mundial que aprovechó su experiencia en la detección de partículas para aplicarla en biomedicina.

Tras 7 años investigando en el CERN de Ginebra, donde participó en el desarrollo del detector del experimento Delphi del gran colisionador de electrones y positrones (LEP), pasó otro lustro en el Fermilab de Chicago y en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) de Boston. Allí formó parte del equipo que en 1995 descubrió el quark top, una de las partículas elementales más buscadas. Hasta que en 2008 se abrió el Gran colisionador de Hadrones del CERN de Ginebra, el LHC, el Tevatrón del Fermilab era el acelerador más potente y el único suficientemente energético para generar quarks top, un producto del choque de un protón contra un antiprotón.

Al volver a Valencia en mayo de 1995 para trabajar en el Instituto de Física Corpuscular (IFIC) del CSIC y la Universitat, fue reconocido por Levante-EMV con el premio Importante por el hallazgo del quark top, un galardón que guarda con cariño «porque fue mi primer premio como científico». Entonces decidió reorientar su carrera hacia la biomedicina: «quería hacer algo más personal y que tuviera impacto social, pues lo que me produce más satisfacción es salvar vidas». En el I3M que dirige desde 2011 trabajan 70 físicos, matemáticos e ingenieros electrónicos, informáticos, industriales y de telecomunicaciones.