Y si Podemos pretende ser la refundación del PSOE y en Ferraz no lo saben? ¿Y si resulta que Pablo Iglesias fundó el partido y Pablo Iglesias, opositando a ser el Felipe González del 82, ha trazado un plan para liquidarlo? ¿Y si Podemos ha encontrado la fórmula magistral para reinventar el bipartidismo y por eso últimamente lo reformula con el mantra de que en las próximas contiendas electorales «solamente habrá dos opciones: PP y Podemos»? Con el paso del tiempo parece más que evidente que Pablo Iglesias no estaba ebrio cuando compareció la noche de las europeas para decir, tras lograr 5 eurodiputados y 1.245.948 votos, que bueno, que estaba contento con la clasificación europea pero no satisfecho porque aspiraba a ganar la liga.

Por más que se empeñen algunos en asociar Podemos a cuatro iluminados quemaiglesias y expropiatrasteros y otros a constreñir su estómago electoral y augurar que su capacidad de fagocitar acaba en Esquerra Unida con algún bocado al PSOE y mordisquito al PP, alguno de las altas esferas socialistas ya empieza a sospechar que la marca que más peligra quizás sea la suya. Que se lo pregunten a Zapatero, a García-Page y a Bono, que no es precisamente Trotski. Todos salieron encantados de haberse conocido en Suresnes. Los del PSOE clásico „como si dijéramos los de Rodolfo Llopis„ y los Felipe Iglesias y Alfonso Errejón, del nuevo PSOE «empoderado».

El joven politólogo que sale en la tele es un gran comercial, su producto tiene mucho mercado y se ha lanzado a conquistarlo. Si un día la Coca-Cola y la Pepsi empiezan a caer en picado porque se detectan algunas moscas en los botes de la light o algún moscón hasta se ha bebido el botellín, es posible que en alguna Complutense o Fundación CEPS alguien intente aprovechar el hueco para asaltar el mercado con alguna bebida refrescante y dulce. Lo logrará o no. El éxito dependerá en parte de si sabe marcar distancias con cualquier referencia a las marcas quemadas y encuentra la fórmula de radicalidad democrática „a lo ZP„ que genere ilusión y sea la chispa de la vida. De ahí el lenguaje calculadamente integrador. Para no espantar a la inmensa mayoría, los que se llaman «apolíticos». Son las bolsas electorales que convirtieron al PSOE en mayoritario y al PP en hegemónico, cuando los populares metieron un chute de euforia a una sociedad que la palmó por sobredosis. Los que, con la crisis, se indignaron con el PP y se cabrearon con el PSOE. Coges un compás, trazas un círculo cuyo radio valenciano comprenda de Vinaròs a Pilar de la Horadada y casi todos los que queden dentro caben en Podemos. «Ni la derecha ni la izquierda escorada», dijo el candidato a dirigir Podemos José María Copete. ¡Y es el más izquierdista!

El cabreo ha sido el motor , la crisis la carretera y la desafección, la gasolina de Podemos. Quebrada la cohesión social, un terremoto amenaza el mapa electoral y puede que hasta el ideológico. Como dijo alguien en un círculo del partido emergente, «yo antes era de izquierdas, ahora soy un desahuciado». La oposición (aquí de un color y allá de otro), los jueces, los fiscales y la prensa se han atiborrado de colesterol con un menú a base de chorizos. El régimen cleptocrático y los demasiados espacios de impunidad han acabado por salpicar hasta al apuntador. Unos han perdido por corruptos y otros por desafección, el «todos son iguales». Al final, casi nadie ha salido inmune de la quema del escenario. Y Podemos ha saltado desde la platea. Su capacidad de conquistar territorio dependerá en parte de si tardan 30 años en cometer los mismos errores que otros o los incorporan ya a su patrimonio. Por ejemplo, habrá que ver la resistencia inmunológica a los oportunistas, los arribistas, los surferos de la política, los cool hunter de la moda partidista, algún carterista agazapado y los parásitos que se irán adosando a la espalda de Podemos. Que se divisan ya unos cuantos. No en balde es la mejor empresa para echar el currículum.

Tienen un segundo riesgo. Abundar en la dicotomía y fractura denunciada ya desde dentro entre la troika que conforman Iglesias, Errejón y Monedero y las bases. Habrá que estar atentos en ver si se acentúa o corrige la tendencia a que unos cuantos en una mesa se repartan cargos y tutelen la democracia interna, mientras las bases trabajan para mantener en pie el partido y su penetración social. Una tradición muy socialista.

Frente a esa ola de ilusión generada, con méritos propios y deméritos ajenos, el PSOE tiene ante sí el reto de resistir el envite. No será suficiente con enseñar las credenciales de la oposición hecha, ni con perfilarse como el partido del «cambio seguro» frente a «aventuras», como guiño incluso a exvotantes del PP.

El PSOE, y puede que la izquierda en general, sigue en estado catatónico respecto a Podemos. Como en cualquier tragedia, a cada uno le da por expresar sus emociones de una manera. Unos lloran, otros gritan de impotencia y los hay que miran el terremoto desde el inmovilismo. Lo peor es que a veces la parálisis es irresoluble. Algunos en Ferraz se han quedado atrapados como los personajes de la película Good bye Lenin!

El filme cuenta la rocambolesca historia de una mujer militante comunista en la extinta RDA, que entra en coma justo en las semanas previas a la caída del muro de Berlín y tras el golpe emocional de ver a su hijo en una manifestación contra el régimen de Erich Honecker. Cuando vuelve del coma, su hijo se vuelca en mantener la ficción de que nada ha cambiado. Hasta monta falsos noticiarios cantando las excelencias de la RDA para consumo de su madre que está encamada.La escena culminante es aquella en la que la mujer sale a la calle y se queda en shock al ver cómo un helicóptero traslada la estatua de Lenin que ha sido retirada del pedestal. Así, catatónicos, observan desde Ferraz a Podemos, para mosqueo de algún dirigente del PSPV.

El cainismo enfermizo del PSOE tampoco ayuda. Se sabe que Caín mató a Abel y, aunque la Biblia no lo diga, una dirigente socialista se cargó luego a Caín en unas primarias para elegir el cartel a la Moncloa.