El PSOE se dio ayer un baño de autoestima en Valencia de la mano de Pedro Sánchez y Ximo Puig. Fue su particular «No estamos tan mal», como Zapatero en el congreso de 2000. Los socialistas cerraron sus dos días de terapia con un ejercicio de autoafirmación, apelando al «orgullo de ser» socialista, sacudiéndose los complejos y convenciéndose a sí mismos de que en mayo hay partido, pese a lo que dicen las encuestas y la calle. Del Palau de Congressos de Valencia sale un partido aparentemente unido bajo el liderazgo de Pedro Sánchez —las bases y cargos intermedios le aclamaron al grito de «presidente, presidente»— y decidido a obviar el debate en torno a Susana Díaz y centrarse únicamente en las elecciones, al menos hasta que pase mayo.

La clausura de la Conferencia Autonómica sirvió a Sánchez para reposicionar en el tablero político a un PSOE paralizado, atrapado entre el Pablo Iglesias que pretende sustituirle como alternativa y el Rajoy encantado de contribuir a la invisibilización del PSOE. Pedro Sánchez aparcó la estrategia defensiva contra Podemos —«gritan mucho y no dicen nada», se dijo el sábado— y se ocupó simplemente de ocupar su lugar: «Vamos a volver a ser el primer partido. El reto hoy es ganar las elecciones».

Obviamente, hubo mensajes velados a Podemos, que «pesca en el río revuelto del desencanto». Pero le advirtió: «En ganas de ganar a la derecha no nos gana nadie». También reivindicó la «izquierda» y la socialdemocracia, frente al nuevo partido que quiere anular el eje tradicional: «Ser socialista es ser de izquierdas». Pero, sobre todo, se lanzó decidido a por Rajoy y su estrategia de anular al PSOE: «A quien teme al PP es al PSOE». «¿Y sabéis por qué nos temen? Porque mientras exista el PSOE, habrá millones de personas defendiendo la libertad, la igualdad y la justicia social», dijo ante un Palau enfervorecido.

Sánchez trató de recuperar la iniciativa con un discurso ideológico que volvió a manejar contenidos de izquierda. Criticó que se rescate a los bancos mientras se abandona a los desahuciados, a las familias y los autónomos; cargó contra los «fondos buitre» y las políticas «neoliberales», incluso calificó de «explotación» la situación de los trabajadores. Pero, sobre todo, atizó Rajoy: «Yo le digo a Rajoy que, desgraciadamente, hay muchos trabajadores con miedo a perder su empleo y desempleados con miedo a no poder encontrarlo».

Sánchez admitió que «hay razones para confiar en la recuperación», pero matizó: «No gracias a Rajoy, sino a pesar a Rajoy». Sánchez censuró al Gobierno por «forzar a elegir entre recuperación y derechos de ciudadanía». «Y los socialistas decimos que es la trampa neoliberal que no estamos dispuestos a aceptar», avisó. «Esa economía para la igualdad exige una política firme ante los poderosos. La política puede cambiar las cosas si la política tiene claro a qué decir no», sentenció.

Sánchez rechazó más despidos colectivos, más bancos rescatados que luego no dan préstamos, más fondos buitres que desahucian familias, así como la privatización de los aeropuertos «en beneficio de unos pocos».

Como ha hecho el partido todo el fin de semana, el líder del PSOE trató de animar a la parroquia apelando al legado histórico socialista: «Ya va siendo hora que digamos que lo mejor que le ha pasado a este país ha venido de la mano del Partido Socialista», dijo ante el clamor de los 1.800 asistentes que llenaron el Palau hasta los topes.

A Felipe y Zapatero, a quienes reivindicó en varias ocasiones, atribuyó la «educación y sanidad pública universales, el ingreso en la UE, las leyes del aborto, de la dependencia y de la violencia de género, el matrimonio homosexual, el sistema de pensiones y el final del terrorismo etarra». Al tiempo que trataba de reconciliarse con los históricos del partido, Sánchez se esforzó en inyectar moral a una militancia desconcertada: «Hay quien dice que son tiempos difíciles para los socialistas, ¿pero cuándo hemos tenido un tiempo fácil nosotros? ¿Cuándo? Hemos sufrido dictaduras, tiempos de cárcel y de exilio, de clandestinidad, de hacer frente al terrorismo que quería hacernos desaparecer, y siempre hemos resistido y hemos avanzado y hemos sabido unirnos en torno a unos mismos objetivos y principios», añadió.

Reunión con Bosal y guiños a la CV

Sánchez, obviamente, tuvo guiños para el PSPV, con críticas a la gestión del PPCV. Ligándolo con la corrupción del PP, el líder socialista reivindicó «una economía para los ciudadanos y no para los Bárcenas, los Camps, los Blesas, los Castedos, los Cotinos, Aznar, Rato, Aguirre, Ritas y los amiguitos del alma». Antes del mitin, de hecho, se reunió con los representantes de los trabajadores de Bosal, la empresa de Sagunt que corre el riesgo de cerrar.

Para evitar suspicacias, Sánchez también recordó a la presidenta andaluza Susana Díaz, ausente por enfermedad, y animó a «todos lo socialistas a volcarse» en su victoria. «Ya se terminó el cuento de la derecha», dijo. «Es posible derrotar al PP»: «unidad, fuerza y salir a por todas», clamó en el cierre de su mitin más enérgico.