El estudio antropométrico de las mujeres llamó la atención en 2008 por los tres morfotipos que simplificaban el cuerpo femenino: un 39 % de la población se catalogaba como «diábolo» (medida de espalda, pecho y cadera proporcionada y la cintura marcada); un 36 % entraba dentro de la categoría de «cilindro» (anchura del tronco similar desde los hombros hasta la cadera); y el 25 % se integraba en el perfil de «campana». En aquel momento, se insistió en que el morfotipo cambia con la edad: que en los momentos de la pubertad y la juventud (12-30 años) predomina la forma cilindro, mientras en la madurez (de 31 a 60) prima el modelo diábolo, seguido del cilindro y el campana con distinta proporción según el segmento de edad. Y a partir de los 60 es el modelo campana el más extendido. En esta ocasión, se ha preferido no catalogar las figuras varoniles con nombres-tipo. Los hombres quedan, por tanto, sin sujeción onomástica a una categoría simplificada.