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Abriendo foco

Miedo a volar

Ciudadanos y UPyD se enfrentan al año electoral aupados por el descontento general pero con múltiples incógnitas a su alrededor

Miedo a volar

En política también existe miedo a la altura. Respeto abrumador ante lo incognoscible. En Ciudadanos están experimentando la pulsión humana que consideró loco a Ícaro. De otra forma no se entiende que hayan optado por fiar su futuro a los más fogueados en las lides políticas antes de confiar en esa aura novísima „entiéndase en su acepción poética que no teológica„ que les acompañaba. En C's, quitando a Carolina Punset o Fernando Gine,r se detecta tendencia al autoempleo. De cariz transversal y nacido al abrigo del descontento generalizado en el centro del abanico político, su geografía humana es más pintoresca y heterogénea de lo habitual en un movimiento de estas características.

Dos almas. En esta formación se maridan mal que bien distintas almas y procedencias. Sus cuadros provienen de ubicaciones morales diferenciadas y configuraciones ideológicas diversas. Conviven abstencionistas honrados que ven en esas siglas otra manera de entender la política, los que hacen un bypass atragantados por las fuerzas sistémicas, los que no desean malbaratar su sufragio a mayor gloria de la abstención, desechos de la tienta ideológica y partidaria de las últimas legislaturas y, recientemente, los cabreados de UPyD.

Líderes y aprovechados. En las labores más visibles se mezclan profesionales liberales que dan el salto a la política junto a elementos de pasado dudoso. En sus actos „esta semana mismamente„ asisten cargos o excargos del PPCV haciendo pellas y su progresión ha atraído a algún espontáneo, vetado al testar la naturaleza de sus ambiciones. El caso es que la meteórica ascensión demoscópica de Cs, producto de esa diversidad, es también el virus que puede acarrearle una crisis de crecimiento que ya ha dejado temblando de forma análoga a sus primos hermanos bastante cercanos de UPyD.

Primera crisis. En Ciudadanos está a punto de abrirse la primera brecha familiar. A su carácter sedimentario se suma esa bicefalia: un cabeza es virginal en la política y la otra hizo ya muchas imaginarias. Y sobre todo este lado oscuro se aplica en las añagazas aprendidas por sus protagonistas en años de derrotas personales. Las mentes pensantes de Ciudadanos harían bien en estudiar el apagón de UPyD como fenómeno. Tanto ellos como Cs son hijos políticos del solipsismo del PP, ensimismado en sus aciertos y errores. La formación de Rosa Díez fue tan rápida en alumbrarse como al agonizar. Su historia durará el aleteo de una mariposa en el devenir político español. Surgió con tanta fortaleza como frenético está siendo su desguace.

Ilusiones. El tránsito de recursos humanos de UPyD a Ciudadanos responde a las ilusiones no materializadas. Los que abandonan el barco rosáceo lo hacen mayormente porque el nacimiento de Ciudadanos atenta contra sus expectativas individuales, que se han desguarnecido. No porque difieran del ideario de Díez. Aquí se cambian rápidamente del magenta al naranja con una carencia de lealtad casi pornográfica en cuanto los cálculos fallan. El caso más paradigmático es el de Toni Cantó. El actor-político „conocido igual por la frescura de su discurso como por sus desagradables bromas sobre la TV pública„ se ha dado unos días de penitencia, dice que para reflexionar. Presumimos que tras la Semana Santa anunciará que se alista al partido de Albert Rivera para seguir en el Congreso. Ya no queda sitio en la patera para los comicios locales. Punset y Alexis Marí -también ex UPy D- desconfían del aspirante y quizás razón no les falte.

Amateurs. Ciudadanos nace en Valencia de la mano de un puñado de amateurs que ven en la marca de Rivera el insultante desparpajo del «sincorbatismo». Bien es cierto que, para empezar, el modelo no es replicable. En Cataluña, donde nace, han hecho fortuna porque reniegan de la obsecuencia nacionalista de las instituciones. Aquí no tienen ese problema. Carecemos de hechos diferenciales que repudiar. El sucursalismo ya nos viene en el ADN. Aquí cosechan el desencanto provocado por un PPCV que maltrató a sus propios votantes con la gestión reciente, dilapidando capital humano y despreciando las virtudes del diálogo. Y a la fiesta se ha apuntado la gleba del desencanto pero de rondón también una serie de soldados de fortuna sin grandes alardes en el palmarés pero que, por el contrario, conocen las hieles de la política: muchos en su día olieron el guiso sin poder hincarle el diente. Saben que en la sala de máquinas hay que arremangarse: riendas fuertes, control del aparato y las finanzas y, sobre todo, astuta gestión de la democracia interna. Léase, el control del listín telefónico.

Los frescos. El caso es que el sector «fresco» de Ciudadanos en Valencia se ha quedado compuesto y sin novia ante la evidencia de que esa facción más chusquera se ha llevado el gato al agua a las primeras de cambio. «Es que ellos no son el perfil de Albert Rivera», se lamentan. Y tanto que no. Pero estos chicos, tan abnegados como bisoños militantes, tenían una concepción tan adanista del asunto que aún esperan que el padre de la criatura „como Moisés„ baje desde la Gran Vía barcelonesa por la AP7 a poner orden en la organización valenciana y restituir así el aspecto del partido conforme a lo primigenio del movimiento. Pues que esperen. Viva la democracia interna y sus sacrosantas primarias.

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