Panamá, Ecuador y Nicaragua son tres de los destinos que ha pisado el exgerente de Imelsa Marcos Benavent desde que dimitió de su cargo en la empresa pública que gestionó durante siete años y medio y decidió hacerse invisible para el PP y para el equipo de gobierno provincial que dirige Alfonso Rus. La última vez que Benavent habló con su mentor y padrino, el presidente provincial, fue en la propia diputación. Apenas cinco minutos de intercambio de gritos. A finales de diciembre de 2014. Benavent acababa de presentar su dimisión, que sería efectiva el 1 de enero. Además de los dos protagonistas, estaban presentes varias personas más. Entre otros, el vicepresidente Juan José Medina y el jefe de gabinete de Rus, Emilio Llopis, alcalde de Genovés. El intercambio de palabras fue breve e intenso. «A mí no me van a sacar del despacho detenido y esposado», le lanzó Marcos Benavent a Rus.

El presidente de la diputación y quien en esos momentos era gerente en funciones de Imelsa llegaron a encerrarse unos instantes en una habitación contigua para mantener un aparte. El pánico había cundido entre el equipo de gobierno cuando se enteró de la marcha de Benavent, con quien se habían enfriado las relaciones políticas (el exgerente no se privaba ni siquiera de defender a Podemos) y personales. Los plomos de la diputación se fundieron cuando en la comida de Navidad, después del discurso de Juan José Medina, Benavent tomó la palabra para dar las gracias a todos por «estos años» y pedir «perdón» por si en este tiempo había cometido errores. Uno de los dirigentes presentes explicó que las palabras sonaron a despedida. En sentido profundo. Quizás estaba anunciando un suicidio político por inmolación, con víctimas mortales en todo su entorno.

La Fiscalía Anticorrupción ya llevaba cinco meses investigando una supuesta trama de corrupción en Imelsa, pero también las presuntas adjudicaciones irregulares en las principales áreas de contratación en la institución provincial con supuesto tráfico de comisiones. El exgerente sabía que Anticorrupción estaba al acecho. Alguna colaboración podría haber prestado a la investigación. Rus desconocía la causa abierta, pero su vecino de enfrente „un tal Alberto Fabra„ ya estaba al tanto de que Fiscalía se estaba aplicando en poner la carrera de Rus patas arriba. Fabra llevaba ya un tiempo con prisas de que reventara el escándalo para enterrar políticamente a Rus. Hay que recordar que en noviembre y diciembre, las opciones del jefe del Consell de repetir como candidato cotizaban a la baja. Y en el amplio frente contrario a su candidatura militaba Rus en lugar destacado. Como avanzó este diario en exclusiva el 6 de diciembre, la tarde anterior Alfonso Rus se negó a avalar el manifiesto a favor de que Fabra fuera candidato. La firma se la pidió Isabel Bonig, receptora del encargo del presidente. Empezaron unos días en los que el jefe del Consell fue rechazado en privado y en público por los tres presidentes provinciales (Rus, José Císcar y Javier Moliner) o la alcaldesa Rita Barberá, entre otros.

Al juzgado de guardia

Benavent fue sustituido por Rafael Soler, alcalde de la Pobla Llarga y persona de la máxima confianza de Rus, quien ordenó denunciar en el juzgado de guardia a Benavent por malversación al acusarle de sacar dinero de caja como anticipos para gastos que luego no justificó, según la denuncia. En total, 49.000 euros. Llegaron a la diputación, además, facturas de teléfono por unos 14.000 euros correspondientes a líneas usadas por Benavent. La factura desglosaba llamadas desde Panamá o Ecuador. Imelsa reclamó al exgerente todas esas cantidades vía burofax, pero no hubo respuesta. Para esclarecer los hechos y/o para intentar marcar distancias, Rus ha denunciado también a Benavent por presunto robo de todas las facturas de Imelsa de 2007/2008 y 2009 y por llevarse ficheros informáticos y un ordenador portátil con información.