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Abriendo foco

El falso amateur

El vídeo presidencial es solvente pero presenta fallos narrativos y un misterioso fundido a negro final

El falso amateur

Ya pueden los asesores de Alberto Fabra aplicarse en conseguir para su tutelado una palanca que le capacite en aquello que los anglosajones identifican como los principios filosofales de la comunicación en general y la comunicación política en particular: «engagement», «motivation», «commitment». Alineación, motivación, compromiso. El comité de aúlicos que le acompaña, a punto de lanzarse desde el trampolín electoral a la piscina más o menos llena de apoyos, ha ideado para lijar lo hirsuto de las realidades circundantes un video. Buscando en la imagen una provocación a la pulsión escópica del votante han parido un producto de relativa solvencia.

Solvencia. No le han montado un mal video a Fabra. Para los amantes de la semántica política y para los curiosos en general les invito a que se lo bajen, no faltan plataformas. El vídeo arranca con un inopinado exabrupto del presidente cuando se le precipita el bollo que moja en el desayuno. Toda una muestra de intenciones. Se le reconoce audacia al director, chispa al camarógrafo e inteligencia al guionista aunque seguramente no es casual el incidente sino una improvisación preparada, las que mejor quedan en la pantalla.

Imaginario fabriano. La paradoja del video es su insustancial y pertinaz obsesión por edulcorar el imaginario fabriano, la tendencia a generar la empatía de la que ha adolecido en su mandato. Seguramente conscientes de las flaquezas presidenciales han inclinado la balanza hacia el flanco personal pero aquí el argumento naufraga pavorosamente. Un taxista que se queja poco (inaudito), un pescador que echa la caña fuera del horario legal (como le recuerda el molt honorable), una jubilada catalana que cree en la transparencia mediterránea de sus ojos (el único vernáculo escuchado resulta que es de una catalana) y una joven a quien el «prota» intenta vender su municipalismo como correa de transmisión democrática completan el bodegón de espontáneos.

Los tirantes. En el ámbito corporativo, observamos a Fabra compartiendo protagonismo con los tirantes de Buch, Máximo Buch. Los tirantes de Buch „como la banda sonora„ son eficaces e invitan al optimismo. Los elásticos de Buch son como las líneas paralelas entre las pretensiones del video y lo que obtiene y apuntan a Mad Men. Y no hay nada más chic que un equipo de publicitarios norteamericanos. Los lugares comunes se amontonan en un producto de consumo fácil que no desagradará a aquél a quien le corran gaviotas por su ADN, que dejará indiferente al ns/nc y ofenderá a la legión de descontentos.

Secundario. Desde el punto de vista de la realización el video es impecable. Editado bajo los cánones estéticos del «falso amateur» consigue, en apariencia, llegar al personaje sin intermediarios. Se le ven a Fabra trazas de buen secundario. Se deja querer por la cámara transmitiendo, con la fórmula de un alquimista catódico, timidez, honradez y proximidad al mismo tiempo. Que era el objetivo. Pero sin duda alguna el discurso audiovisual supera al narrativo. Porque el guión parece forzado en algunos extremos. Especialmente en la parábola del pescador, lo que le hace perder cierta credibilidad. «No pesque en horas prohibidas» viene a sugerirle el molt honorable lo que, así por lo pronto, parece prevaricación de bolsillo. Igual que la chica que lo interrumpe en el restaurante, un episodio algo surrealista. No obstante la composición gráfica, siendo muy sencilla, redunda en el mensaje que es claro y eficaz. La selección de localizaciones y el vestuario de Fabra son solventes y cabría destacar que el fondo de la cervecería „en esa escena„ y la clara sobre la mesa no se entenderían en otra cultura. Aquí dan normalidad al candidato.

Actor Fabra. El actor Fabra „decente en como intérprete de reparto como decimos„ no ganará un óscar. Sin embargo demuestra más fiabilidad con la cámara ausente que cuando se dirige a ella. Nada nuevo en alguien que sortea dificultades en la oratoria y derrapa en el discurso en público. Fabra compensa sus flaquezas en la distancia larga cuando se cierra el foco. Convence más cuando se encuentra a alguien por la calle y simula no sentirse observado por la cercanía de la lente que cuando mira al objetivo. Ahí se le hace de noche. De las escenas que se encadenan afeamos dos cosas. La primera es que en todo su periplo virtual por la sociedad valenciana sólo encuentra una señora que hable la lengua propia, y además es catalana. ¿De verdad que los ideólogos del producto no han encontrado a nadie que hable en valenciano en la Comunitat? La segunda es la serie de actividades presidenciales que se exhiben. El lema del PP es «trabajar, hacer crecer» pero hay poco de lo primero. Fabra desayuna, nada, pasea, ve la tele, come un bocata?¿trabaja tan poco el primero de los valencianos?

Fundido a negro. Hay algo que de forma clamorosa se echa a faltar y es algo tan estratégico en la comunicación política anglosajona y tremendamente práctico como la referencia emocional vinculada a la familia o a alguien cercano. No hay ni familiares ni amigos. El protagonista parece un hombre solitario, nadando por su calle, buscando amigos, o votos. Y para los conspiranoicos no se pierdan el final. Fabra acaba el vídeo en una escena de sofá, apagando la tele con el mando a distancia. Fundimos a negro. Curioso ¿verdad?

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