Rafael Durá es uno de los urbanistas con mayor experiencia en la Comunitat Valenciana, donde ha sido arquitecto municipal y ejercido también la «profesión libre». En los últimos tres años ha representado a los arquitectos valencianos, a quienes pide ahora tres años más para terminar sus proyectos.
Probablemente no habrá habido, por circunstancias externas, tres años tan malos para la profesión de arquitecto, pero ustedes insisten...
Realmente han sido años muy complicados. La coyuntura económica ha castigado muy duramente a nuestro sector. Muchos de nuestros compañeros son autónomos; están sin trabajo, pero han tenido que seguir cotizando y mantienen una infraestructura de despacho abierta.
¿La penuria en la que vive una parte de nuestra sociedad ha llegado también a los arquitectos?
Si. Sin duda. La situación es muy, muy penosa para muchos arquitectos. Cuesta creerlo. Los jóvenes no tienen trabajo y veo compañeros que llegan a la jubilación con una prestación mínima después de trabajar 40 años con una responsabilidad muy elevada. Hemos conseguido la tarjeta sanitaria universal y eso es un logro muy importante. Había gente que se quedaba con una pensión que le condenaba a ser pobre de solemnidad y sin cobertura sanitaria pública, si no pagaba. Y es así.
Usted lo ha dicho, cuesta creerlo...
Somos conscientes de que para una buena parte de la sociedad somos unos privilegiados y uno de nuestros objetivos en el colegio es intentar cambiar esa percepción de la sociedad. Queremos transmitir que el arquitecto actual no es la imagen del de hace 40 o 50 años: un privilegiado, con un estatus social elevado y con grandes ingresos. La situación es radicalmente diferente. En la Comunitat Valenciana somos cerca de 5.000 colegiados, y entre 2.000 y 3.000 más no colegiados, porque quizá ni siquiera pueden hacer frente a las cuotas de colegiación, que se han reducido, pero hay gente que no llega. En los años ochenta a lo mejor eramos 600. La profesión se ha socializado y no hay trabajo para tantos. En España hay 50.000 colegiados, otros 30.000 más no colegiados y 25.000 en las escuelas de arquitectura. En cinco o seis años podemos ser 100.000 en la calle.
¿Esa perspectiva se ha traducido en un menor número de matrículas universitarias?
Se ha notado un poco, pero no tanto como era previsible. Es uno de los problemas globales de la Arquitectura. Antes había 5 escuelas, ahora hay 30 o 35. Se ha sobredimensionado todo sin tener en cuenta las consecuencias.
¿Cómo les afecta la aparición de arquitectos «estrella», «de los famosos», etc?
Nosotros estamos para la defensa de todos los arquitectos, no del arquitecto «estrella», que ya la tiene per se. Creo que en determinados momentos no ha beneficiado a la percepción de la profesión. No es una imagen real de quien está trabajando a pie de calle. Representamos más a quien tiene que buscarse el sueldo para poder sobrevivir.
Los visados son un termómetro de la economía ¿Hay síntomas de recuperación en el sector?
De momento no vemos grandes cambios. Lo poco que que se hace en la Comunitat Valenciana es en Alicante y con motivo de inversiones turísticas y algún movimiento, con un incremento de visados del 2 o el 3%. En Castellón y en Valencia no hemos detectado una tendencia clara. Sí que es cierto que hemos tocado fondo. Esperemos que esa recuperación llegue, eso dicen los indicadores macroeconómicos.
¿Cómo valoran la nueva ley urbanística valenciana?
La Ley de Ordenación del Territorio, Urbanismo y Paisaje es un buen intento de unificar todo el marasmo legislativo de hasta ocho leyes y sus reglamentos, a veces contradictorios. Se trataba también de agilizar los trámites pero la ley ha tenido que meter dentro la legislación estatal de evaluación ambiental estratégica, que es muy compleja... En fin, tendremos el resultado cuando se vayan haciendo cosas pero el resultado no parece que vaya en esa dirección.
