Con las lágrimas en los ojos de su padre, Clemente, y su madre, María Teresa, ambos presentes en el palco de invitados, tomó posesión ayer el nuevo presidente de las Corts, Francesc Colomer. «Os debo mucho más que mi vida», les dedicó a sus progenitores. Fue el remate de un discurso de mucho calado, de principios, en el que reivindicó la política como «última trinchera» de los desheredados y de la «gente humilde» frente a la economía y los poderosos, y también «para hacer valer su voz para rescatar a las personas de la desesperanza, de la frustración o de la desconsideración, como las víctimas del metro». «La política es la vocación de servir a los demás; por eso, no puede tributar en los altares del egoísmo ni de la codicia, no puede avergonzar a nadie», sino que debe «dignificar la condición humana», enfatizó.

Por eso, defendió el parlamentarismo como «cuna de los derechos y libertades y de la Justicia». Con citas a Vicent Andrés Estellés, Joan Lluís Vives o Joan Fuster, señaló que, aunque «vivimos tiempos difíciles y complicados», éstos son, «por eso mismo, alentadores». «El sistema muestra síntomas de fatiga», constató, para recetar «transparencia, regeneración, humildad y esperanza», así como «austeridad». Pidió a los diputados que observaran el escudo de las Corts para reclamar que «la nuestra sea la lanza de Sant Jordi para custodiar» los valores citados frente «al mal, que es la corrupción, el paro, la exclusión».

Para ello demandó audacia. «Los tristes y cobardes no cambian el mundo», recalcó el socialista, para destacar que el «espíritu de nuestro pueblo es emprendedor, valiente, inconformista, honesto y optimista». Colomer, que confesó comenzar su labor «con el corazón en un puño» y expresando «respeto por la historia del parlamentarismo valenciano y del gran pueblo valenciano», sostuvo que «nace un horizonte y un tiempo nuevo tan desconocido como apasionante». «Puede ser que no tengamos todas las certezas, pero la respuesta está en la política, la repuesta es la política, la mejor versión de la política», insistió Colomer, para defender esta actividad como «la capacidad para resolver civilizadamente los conflictos y desencuentros».