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Cultivo

La magia del algarrobo

El cultivo de la «garrofera» sigue en declive aunque el valor alimenticio y el contenido en fibras y antioxidantes de su fruto ofrece grandes posibilidades

La magia del algarrobo

Los algarrobos ocupan todavía unas 20.000 hectáreas en la Comunitat Valenciana, donde probablemente sobrevive desde la llegada de los fenicios y donde ha prestado a sus habitantes grandes servicios que continúan hoy, desde su condición de cultivo marginal, sujetando el suelo fértil, arraigando la población rural y convirtiéndose en muchos casos en la última barrera para frenar los incendios forestales.

Sin embargo, el declive de este cultivo, que en la década de los años sesenta en el siglo XX ocupaba más de 260.000 hectáreas, es evidente, aunque también existe una oportunidad de futuro en la valorización de la «garrofa» al que se aferran cientos de agricultores, según se puso ayer de manifiesto en la Jornada sobre «Fomento y mejora del cultivo del algarrobo» celebrada en Cheste.

La cosecha anual, asegura Joan Tous, del grupo de Empresas Innovadoras de la Garrofa (EIG), oscila entre las 20.000 y 23.000 toneladas de garrofa, aunque «salvo este último año, siempre por debajo del umbral de rentabilidad», añade José Antonio Ruiz Cortés, presidente de la Sectorial de Frutos Secos de AVA.

Pese a su presencia de siglos y a su papel en la agricultura mediterránea, la «garrofera» es hoy «un gran desconocida para la mayoría de los ciudadanos», en opinión de Jorge Hermosilla, vicerrector de la Universitat de València y Catedrático de Análisis Geográfico Regional.

La misma «garrofa» que durante siglos sirvió «en el sistema agrario tradicional valenciano para alimentar a los animales de tiro y de labor», recordó Hermosilla, mantiene su función como pienso para animales y tiene ahora un creciente espectro de aplicaciones en sectores de la alimentación humana, la industria farmacéutica y de la salud gracias a las cualidades que contiene la pulpa de la «garrofa» y la goma del garrofín (semilla).

Existe en este terreno un mundo por explorar, según Fulgencio Saura-Calixto, del Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición del Centro Superior de Investigaciones Científicas. Se trata de profundizar en los denominados «ingredientes funcionales» de la garrofa, «compuestos no nutrientes, bioactivos, que tienen un papel importante en la disminución de factores de riesgo de enfermedades crónicas», explicó el investigador,

«La algarroba tiene posibilidades de ser fuente de nuevos ingredientes funcionales como los antioxidantes, con efectos significativos en salud gastrointestinal y en la prevención de enfermedades cardiovasculares. Hace falta investigar, pero también hacer ?marketing? de las cualidades de la garrofa vinculadas a la salud que son las que aportarán el valor añadido», subrayó el experto.

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