«Nunca sabes lo fuerte que eres, hasta que ser fuerte es tu única opción». La frase atribuida a Bob Marley encabeza el perfil de Twitter de Maria José Gilabert, miembro de la Asociación de víctimas del metro 3 de julio (Avm3j). El cantante de «reggae» murió mucho antes de que la Avm3j se creara en octubre de 2006, pero resume el trayecto vital de estas familias en los últimos 108 meses.

Aquel año que les cambió la vida para siempre, decidieron salir a la calle para exigir respuestas y responsabilidades al gobierno valenciano. Cuantas más preguntas hacían a la Generalitat más palos en las ruedas colocaba la administración para evitar que se conocieran todos los detalles del accidente. Y para que las víctimas dejaran de incomodar con sus exigencias. Aunque los movimientos calculados para desunirlas lograron justo lo contrario: que se unieran más. Y esa unión, a pesar de sus diferencias, es lo que les ha permitido resistir durante nueve años y sostenerse unos a otros, sobre todo en los malos momentos. Que los ha habido muchos, como asociación y, por encima de todo, el dolor desgarrador por la pérdida o las heridas de sus familiares. Los momentos más difíciles los vivieron sobre todo en los primeros años, cuando se les cerraban todas las puertas. Ahí surgieron muchas dudas. «El dolor era tan grande que no sabía hacia dónde ir, pero me resultaba más duro dejar la asociación que continuar», explica Amparo Medina. Algunas veces llegaban a «cogerse algunas vacaciones» para descansar de tanta «actividad intensa», en palabras de Ana Esplugues. Aunque muchas veces «si no ibas a la plaza para descansar, estabas peor en casa por no haber ido», apunta Francisco Manzanaro. «Y ver esas 200-300 personas que nos acompañaban todos los meses, nos daban fuerza para seguir. ¡No los podíamos defraudar!», recuerda Rosa Garrote de las primeras épocas.

Al principio hasta intentaron comprender la actitud de la Generalitat hacia ellos. «Me preguntaba constantemente el por qué de su maltrato hacia nosotros y, al final, decidí no hacerme la pregunta porque su actitud me resultaba incomprensible», explica Amparo Medina.

Aunque las trabas y la cerrazón de los responsables de la Generalitat entre 2006 y 2015 hacia ellos más que amilanarlos les sirvió de acicate. «Yo nunca pensé en tirar la toalla. Queríamos saber toda la verdad del accidente, ya que el PP lo ocultó todo mintiendo», asegura Ramón Moles, sin pelos en la lengua. «A mi cada declaración del Gobierno valenciano diciendo que todo estaba bien hecho, me daba fuerza para continuar. Yo no me podía ir a mi casa y que, lo que quedara para el futuro, fuese la versión del gobierno popular de que el accidente era imprevisible e inevitable, la culpa para el conductor y el que dijera lo contrario es que quería dañar la imagen del Partido Popular. No... Esto no podía quedar así, porque no es verdad», apunta Rosa Garrote, secretaria de la Avm3j. «En nuestro caso ha quedado bien claro la clase de gente que puede gobernarnos y hasta qué punto se puede llegar para tapar una mala gestión, dónde llega la falta de humanidad de algunas instituciones y cómo nos desamparan. Los mismos que nos prometen todo son luego los verdugos de sus votantes. Pero todo llega en la vida», defiende Fernanda Basconcelos.

Y tanto que llega. Esta lucha de 9 años les ha fortalecido como personas, como ciudadanos y como grupo. Y se han convertido en el mejor ejemplo de ese concepto tan moderno, la resiliencia: sacar «algo bueno» de una tragedia. Han logrado redefinir los conceptos de «lucha y resistencia». A partir de ahora volverán a sus vidas. Podrán seguir su duelo, que aún persiste, en privado. Nada les devolverá a sus seres queridos, pero se han hecho más fuertes y aún tienen la entereza de ver una parte positiva en su lucha y esfuerzo.

Beatriz Garrote, presidenta de la Avm3j, considera que su batalla de nueve años les ha permitido «transcender y convertir todo el dolor y sufrimiento en cambios positivos para la sociedad valenciana». Miguel Esplugues se queda con la idea de que «cuando los ciudadanos padecen o ven una mala gestión de su Gobierno, deben luchar para corregirla sin miedo y sin descanso». Amparo Medina se siente «orgullosa de hacer lo que debía: pedir respuestas ante el silencio, rechazar la manipulación de nuestros gobernantes y exigir responsabilidades ante unos gobiernos que cada día me producían más decepción, tristeza, indignación». Miguel Ángel Muñoz, el primer portavoz de la Avm3j, aboga «por hacer lo que uno cree que es correcto, aunque hay que saber compaginar tu propia vida con un reto como éste».

Leonor Gómez se queda, tras la larga batalla, «con la posibilidad de haber conocido gente maravillosa e íntegra, a la que nos unía el dolor de haber perdido a un ser querido o sobrevivido a una tragedia, sentir el apoyo de profesionales, colectivos y gente de a pie. Que la unión hace la fuerza, que no hay que rendirse, que la perseverancia es la madre del éxito y que juntos sí se puede». Para Maria José Gilabert, además de sus compañeros de asociación, «sin los que dudo mucho que hubiese llegado hasta aquí», también agradece «el apoyo de las personas maravillosas que han formado parte de nuestra historia y, los compromisos que hemos conseguido por parte del nuevo gobierno valenciano que son la prueba de que la perseverancia y el no rendirte ante la injusticia es la única manera de lograr algo positivo. Si no hubiéramos salido cada día 3, nadie recordaría que hubo un accidente de metro en Valencia y el tratamiento indigno e inhumano que nos dio el Gobierno entonces».

Fernanda Basconcelos se lleva de este trayecto «la convicción de que el que lucha por una causa justa, tarde o temprano obtendrá justicia. Quizás no penal, pero si moral». Y Rosa Garrote destaca «el cariño de la gente. Personas que no habían perdido ningún familiar, gente que pensaba que lo que pedíamos era justo y se acercaba a nosotros y nos abrazaba.... Ese cariño lo llevaremos siempre con nosotros y nosotras».

Ana Esplugues defiende que su mejor lección ha sido«comprobar en primera persona el poder de un grupo de iguales. La asociación la conformamos personas muy diversas, en ideología, origen, edad, etc. Sin embargo la cohesión por alcanzar unos objetivos muy concretos nos ha dado la fuerza para sobrevivir durante todo este tiempo y conseguir cosas inimaginables».

Santiago Muñoz se queda con «los momentos que lográbamos algo, o descubríamos cosas nuevas para la investigación, a pesar de que nuestra indignación crecía. El momento más llamativo fue la noche de Salvados y el siguiente día 3 con la plaza llena de gente indignada. Y el sentimiento de que luchando por algo justo, al final se consiguen muchos logros». Para Aure Pérez Segovia, la lección positiva de su lucha ha sido «tener la satisfacción de que la unión de un grupo de personas, con los mínimos medios, es capaz de conseguir sus objetivos». Todos se despiden hoy de la plaza, aunque su lucha es de las que deja huella.