Cierra la puerta a sus espaldas y busca en su cuerpo algún músculo que no le duela. Solo lleva dos días de gimnasio, pero para Antonio diez minutos en la cinta de correr ya son demasiados. Su entrenador lo mira sonriente. A Antonio le hubiera gustado blasfemar un par de barbaridades, pero en su lugar le choca la mano. Cuánto deseaba haber vivido en otra época. Para Rubens, en el barroco, hubiera sido un dios digno de protagonizar algunos cuadros. Pero Antonio no tiene tanta suerte: Vive en el siglo XXI.

Como él, cada vez son más los que deciden hacer deporte, pues existe una mayor concienciación sobre sus beneficios. Además, la presión social por conservar una apariencia acorde al canon de belleza hace que guardar culto al cuerpo se haya convertido en una moda.

El resultado es que en España el mercado del deporte es inmune a la crisis, y representa el 2,4 % del PIB nacional. Según el anuario de estadísticas deportivas del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, la Comunitat Valenciana tiene 350.000 licencias federadas y cuenta con 3.000 empresas relacionadas con este sector. En España, el 40 % de la población mayor de 15 años practica algún deporte. En total, son casi ocho millones de personas. Pero, ¿Son conscientes de que el deporte también tiene sus riesgos?

Vigorexia, adictos al gimnasio

Mantener un cuerpo sano no es sinónimo de tener una mente sana, y no todos conocen el límite entre actividad física y adicción. La vigorexia afecta a los que se obsesionan con la musculatura, el culto al cuerpo y el deporte. Carlos Fanjul, publicista autor de «Vigorexia, una mirada desde la publicidad», explica que las personas vigoréxicas tienen una percepción distorsionada de su cuerpo, se sienten «flácidos a pesar de estar muy fuertes» y desarrollan «una obsesión por su imagen».

Esta patología afecta a jóvenes de entre 20 a 30 años, aunque se están dando casos en adolescentes y en mujeres. Suele ir asociada a una depresión y a una baja autoestima. La psicóloga valenciana Sara L. explica que estas personas «se aíslan y se vuelven introvertidas». Además se obsesionan con dietas hiperproteicas, priorizan por encima de todo el deporte y en muchos casos «toman anabolizantes para conseguir mayor musculatura en menos tiempo», añade Sara L.

Pero no solo la mente se resiente. Abusar de la actividad física, según informa la Agencia Española de Protección de la Salud en el Deporte, puede alterar el ritmo cardiaco e incrementar la presión arterial. Además, una dieta basada solo en proteínas produce sobrecarga renal y hepática y afecta a la salud ósea.

El canon de belleza también asfixia a otro grupo de personas: las que sufren un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA). El miedo a la obesidad y la necesidad de guardar culto al cuerpo son sentimientos arraigados en la sociedad. En España, la Asociación contra la Anorexia y la Bulimia cifra en un 6 % la población joven que padece algún TCA. Según la Cruz Roja, cuatro de cada 100 adolescentes sufren bulimia, y uno de cada 100, anorexia. Este dato, lejos de disminuir, aumenta con el paso del tiempo.

«Un TCA, cuyo grupo de riesgo son chicas de entre 14 a 19 años, empieza con una dieta que se hace más estricta y al final las domina», explica el psicólogo valenciano Gustavo Torres. Los TCA son trastornos caracterizados por una «conducta alterada ante la comida, por un control obsesivo del peso y por una visión distorsionada del propio cuerpo», añade Gustavo Torres. Pueden acarrear serios desequilibrios en el metabolismo, favoreciendo fallos en los órganos y la muerte.

Si bien es cierto que factores individuales y familiares determinan la aparición de un TCA, no son la única causa. La Associació contra l'Anorèxia i la Bulímia de la Comunitat Valenciana advierte que, mientras se siga premiando la buena presencia en el mercado laboral, mientras se siga asociando la delgadez con el éxito y el triunfo personal, y mientras siga sin existir un acuerdo sobre las tallas de ropa no se podrán erradicar los trastornos derivados de la obsesión por el físico y por el culto al cuerpo.