«La verdad está muy clara: son humanos», «ellos están en apuros, y todos somos personas» o «hace falta echar una mano a quien lo necesite». Estas son algunas de las opiniones de la comunidad de musulmanes de Valencia, sobre que la ciudad sea uno de los municipios que se ha ofrecido para acoger a los refugiados sirios.

Los fieles musulmanes que acuden a la cita con el rezo del Asr „a media tarde„ ven lógico ayudar en todo lo posible a quienes huyen de una guerra. Pero además de la solidaridad, otro sentimiento también surge cuando se habla de este tema, la indignación, ya que consideran que no se le ha prestado toda la atención necesaria al conflicto y que no se ha denunciado lo que ocurría, según cuentan a este periódico.

Abdelghaffar está convencido de que Valencia será una buena ciudad de acogida, ya que es una localidad «muy solidaria». Cree que si los refugiados llegan se les ayudará mucho, porque se podrá colaborar directamente con la gente que lo necesita. «Si mandamos dinero o productos desde aquí, no sabemos si llega», cuenta Abdelghaffar. Esta duda no la tendría si conociera personalmente a la gente que lo necesita, a quienes se les puede acoger en casa y ayudar en muchas otras cosas, afirma. Además, se queja de la falta de información, porque si la población hubiera estado bien informada, hubiera reaccionado antes, opina.

Por su parte, el joven Omar Ahmir se queja de la falta de empatía de algunas personas. «Algunos no tienen sentimiento de ayudar al otro, solo piensan en las cosas materiales y la riqueza», apunta, y lo que le parece más grave, que gente se aproveche de la inestabilidad de un país para lucrarse.

Así pues, considera positivo que Valencia se haya convertido en «ciudad refugio», pero también confiesa que eso no durará un día o dos, es un compromiso duradero con los refugiados, y ahí se verá quien está dispuesto a colaborar realmente». Además, explica que los refugiados «van a venir, van a tener que aprender, y tendrán muchas necesidades iniciales».

En su opinión, todo el mundo debería unirse, porque lo que está ocurriendo es «una crueldad», ya que «se está comerciando con las personas de una manera salvaje». Omar sentencia que la mayoría de la gente solo piensa en lo material, y que se está destruyendo «lo más importante: la humanidad».

Abdellah, otro fiel que acude a la mezquita grande de Valencia, también apela a la unidad. «La gente está muriendo, aunque sean de creencias diferentes, y nosotros mirando la televisión o apagándola para no verlo». Esta indiferencia le afecta, porque, afirma, parte de las personas fallecidas en la guerra no lo son por las bombas, sino por el hambre y el frío. Asimismo, Abdellah piensa que el pueblo sirio está siendo «una moneda de cambio», entre las dos partes que están luchando como si de una partida de frontón se tratara.

Por tanto, afirma que hay que apelar a los gobiernos y a las responsabilidades que tienen con la ciudadanía, ya que «no puede ser que alguien elegido por el pueblo no trabaje para el pueblo».

Por su parte, Mohammed, cliente de una carnicería hallal próxima al centro religioso, afirma que es «buena idea que las personas se ayuden mutuamente» y está convencido de que los sirios tendrán en Valencia «una oportunidad para integrarse, estudiar idiomas y tirar adelante».