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Entrevista | Jesús Díaz del Campo

"Corremos el peligro de que se extienda la especie del charlatán"

«Ante tanta titulitis, saber expresarse mejor que otro candidato puede ser un factor decisivo para lograr un trabajo»

"Corremos el peligro de que se extienda la especie del charlatán"

¿La oratoria, con perdón de Sócrates y Demóstenes, es el arte de saber vender cubitos en el Ártico y arena en el desierto?

Eso sería un mal uso de la oratoria. Aristóteles decía que el buen orador ha de partir de una premisa: contar la verdad. La oratoria es el arte de la buena comunicación interpersonal. Pero a veces no estamos preparados para ello y fracasamos, con unas consecuencias más importantes de lo que creemos.

Dice que, por muchos títulos que uno tenga, si no domina el arte de hablar en público tiene limitadas las opciones de éxito.

Así es. La comunicación es hoy un factor diferencial. Para llegar a cualquier trabajo tienes que pasar por una oposición, seguramente con examen oral, o un proceso de selección. Los estudios indican que la habilidad en la comunicación es uno de los méritos que llevan a seleccionar a una persona y no a otra. En esta sociedad con tanta titulitis, donde hay mucha gente preparada, saber expresarse mejor que otro candidato puede ser un factor decisivo para conseguir un trabajo. También en el ámbito electoral: aquel político que comunica bien ya tiene un porcentaje de votos ganado porque genera simpatía, credibilidad y cercanía. O en una asamblea de vecinos: muchas veces gana la postura de quien vende mejor la moto y no la propuesta más viable.

¿Qué pautas han de seguirse en una entrevista de trabajo?

Lo principal es que uno sea natural. Hay que destacar cuatro o cinco ideas previamente pensadas. Y un elemento concreto que cuidamos muy poco en nuestras conversaciones: las pausas. Solemos interrumpir e incurrimos en titubeos (eh?, mmm?) que no aportan nada y sólo sirven para rellenar silencios. En cambio, debemos acostumbrar a nuestro interlocutor a pequeñas pausas para que tenga tiempo de asimilar el mensaje. Y otra cuestión: no interrumpir al interlocutor. En España nos interrumpimos mucho: ahí están las tertulias.

¿Qué le parecen las tertulias a nivel oratorio?

Hay un auge de las tertulias televisivas y el nivel de los tertulianos ha bajado. Más que el debate sosegado, se busca la bronca y el jaleo porque da audiencia. No son un buen ejemplo desde el punto de vista de la comunicación. De hecho, yo las uso para explicar a los alumnos qué no se debe hacer: demasiada agresividad, interrupciones continuas, ausencia de pausas, ataques directos a los interlocutores?

¿Qué diferencia hay entre ser persuasivo y un charlatán?

El charlatán es una deformación del buen orador. Es el que usa la oratoria con malos fines.

¿Y hay cada vez más charlatanes o son más visibles?

Lo segundo. Son más visibles, y corremos el peligro de que se extienda la especie del charlatán si su ejemplo cunde.

¿Qué ocurriría si se extendiera esa especie invasora?

Yo confío, por la experiencia de la Historia, en que los charlatanes siempre acaban en el sitio que les corresponde.

Afirma que el manejo de la voz y la comunicación no verbal son clave. «No haga nunca?».

En cuanto a la voz, no hay que titubear ni hay que utilizar el mismo tono y ritmo de voz porque aburre. En cuanto a la comunicación no verbal, debe evitarse cruzar los brazos, cruzar las piernas, meter las manos en los bolsillos, ponerse la mano delante de la boca, no mirar para otro lado, moverse demasiado por el escenario, mover las manos sin parar o con una secuencia cíclica? Puede ser a causa de los nervios, pero estos gestos dan la sensación de que se tiene algo que esconder o que se está impostando.

Hablaba de políticos. Destaque un error en la oratoria de los líderes políticos españoles. Primero, Mariano Rajoy.

Su poca expresividad.

Pedro Sánchez.

Lo contrario: en ocasiones, es demasiado esclavo del titular que busca y eso le lleva a primar la forma sobre el fondo.

Pablo Iglesias.

Que el personaje supera a la persona. Ya no sabes dónde acaba uno y empieza el otro.

¿Y Albert Rivera?

Que su mensaje es excesivamente personalista. Y el personalismo excesivo suele redundar negativamente.

¿Qué rasgos han de atenderse a la hora de hablar en público?

Para empezar, no hay que descuidar la preparación. Dale Carnegie dijo que un discurso bien preparado está ya bien pronunciado en sus nueve décimas partes. Tener la lección aprendida es la primera clave para hablar bien. Otra clave es adaptarse siempre al tipo de público para el que se habla; eso genera cercanía y un buen ambiente. Luego hay dos momentos clave en toda intervención.

¿Cuáles?

El principio y el final, y muchas veces se descuidan y echan a perder el conjunto. El típico inicio burocrático es un arranque echado a perder. Hay que optar por un inicio impactante con una cita, una cifra, una historia? Tampoco hay que desperdiciar el final. Un buen resumen, una cita de cierre o una llamada a la acción son buenas formas de concluir. También hay que cuidar la comunicación no verbal y la voz, y que no se note si uno se queda en blanco. Por ejemplo, lanzando una pregunta al público o al interlocutor para ganar tiempo y recobrar el hilo.

¿Qué tres lecciones sobre la oratoria destaca de los grandes maestros clásicos?

Te doy tres citas. Aristóteles: «El sabio nunca dice todo lo que piensa, pero siempre piensa todo lo que dice». Quintiliano: «La claridad no es decir las cosas de forma que nos puedan entender, sino decirlas de tal manera que no exista la más remota posibilidad de que no nos entiendan». Y Mark Twain: «Suelen hacer falta tres semanas para preparar un discurso improvisado».

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