Cerca de 800 personas acudieron ayer el anfiteatro del colegio San Antonio Abad de Valencia para presenciar la conferencia titulada «Prevenir para no castigar», impartida por Emilio Calatayud, juez de menores de Granada famoso por dictar sentencias ejemplares, como obligar a un conductor que viajaba sin seguro a visitar varios días la planta de traumatología de un hospital.

El magistrado se mostró directo y afable, aunque en su intervención de casi dos horas y media también hubo momentos duros, como cuando relató varios episodios de gran crudeza vividos con menores en sus 30 años de carrera. Emilio Calatayud fue muy crítico con aquellos padres que apuestan por ser amigos de sus hijos: «Yo no soy su ´colega´. De ser así se quedarían huérfanos. Soy su padre y punto. No se puede educar sin interferir. ¿Cómo le dices a un niño de tres años que no meta los dedos en un enchufe sino es regañándolo cuando va a hacerlo? ¿Dialoga con él?».

El juez apuesta por un «término medio» entre la estricta educación de antes y algunas de las corrientes pedagógicas actuales: «En algunos casos fuimos esclavos de nuestros padres y ahora somos esclavos de nuestros hijos. En los últimos años se ha hablado mucho de los derechos de los pequeños, pero también han de recordar que tienen deberes. Veo muchos casos de abuso de los primeros y dejadez de los segundos...»

Maltrato a los padres

Y es que el togado confirmó que los casos de maltrato a los padres registran una tendencia al alza durante los últimos años: son ya el 25 % de los procedimientos que juzga y en su gran mayor se circunscriben a familias de clase media-alta, «aunque no lo parezca». A su vez, Emilio Calatayud condenó el abuso de los móviles y la ingesta de alcohol como dos de las grandes lacras que lastran a la juventud hoy en día. En el primero de los casos argumentó que «he visto patios de colegios donde los niños no juegan, sino que chatean entre sí. En estos casos no tienen el filtro del contacto y las barbaridades que se dicen son muy grandes. El bullying es un problema que está ahí. Yo he tenido experiencias en las que a unas niñas les molestó más que les quitara el móvil tras agredir a otra compañera y filmar lo ocurrido, llegando a sufrir crisis de ansiedad, que las penara con multas o trabajos sociales».

El juez se mostró inflexible en sus teorías contra el uso de teléfonos móviles por parte de los infantes: «El hecho de que los smartphones de gama alta sean uno de los regalos estrella en las comuniones o cuando vienen los Reyes no tiene nombre. Creo que, tal y como hicieron teléfonos específicos para personas mayores, se deberían fabricar móviles pensados en los jóvenes usuarios. Aunque esta es una carrera a la que ya llegamos tarde. La adicción a los móviles se puede equiparar con la de la cocaína. Prueben a quitarle durante un fin de semana el teléfono a sus hijos».

Sobre el consumo de bebidas alcohólicas, Calatayud expuso que «España es un botellón y esto es una barbaridad. Los jóvenes no deberían poder beber con tanta facilidad. Vengo de una ciudad como Granada donde los casos de intoxicaciones etílicas se suceden todas las semanas».

Por último, el magistrado analizó la necesidad de que todos los niños estudien: «Antes del 2008 era una catástrofe, los jóvenes se iban a la obra y empezaban a cobrar 1.200 euros. Eran bombas de relojería. Creo que no se les puede expulsar, deben ir a la escuela. O estudian por lo civil o por la vía penal».