Julio de 2011. Un terremoto político sacude la C. Valenciana con la apertura de juicio oral al recién elegido president de la Generalitat, Francisco Camps, por la causa de los trajes. Con las generales a la vuelta de la esquina, Génova presiona a Camps para que dimita y le insta a nombrar un sucesor. El aún president del Consell telefonea a Mariano Rajoy para proponerle dos nombres. De esa llamada hay un testigo directo: el líder provincial del PP de Castelló, Carlos Fabra, por aquel entonces imputado y que ese día comparte mesa y mantel con Rajoy en el comedor privado de la Moncloa.

Lo cuenta en su libro Esther Pallardó, exvicepresidenta de la diputación y pareja sentimental de Carlos Fabra. «Fue algo casual, Carlos tenía concertada la reunión con Rajoy desde hacía varias semanas, pero la casualidad quiso que Camps llamase al presidente nacional justo ese día a esa hora. Al finalizar la conversación entre Camps y Rajoy, el primero le trasladó sus dos propuestas para liderar el gobierno autonómico: una, me la guardo, no viene al caso, el otro nombre fue Alberto Fabra. Carlos Fabra le respondió con contundencia: ¡no hay duda, Mariano, Alberto es tu hombre». Y así fue.

Esther Pallardó cuenta esta anécdota al relatar la convulsa transición en el PP castellonense. Según explica, a Carlos Fabra le llegaron advertencias de que el hoy presidente provincial, Javier Moliner, «no era la persona adecuada» para sucederle. Sin embargo, «no escuchó a nadie y apostó por Moliner». «Pronto se percató de que se había precipitado en la designación de su sucesor, pero la suerte estaba echada y ya era tarde para volver atrás».

Moliner asumió en 2011 la presidencia de la diputación, pero Fabra retuvo el mando provincial del partido. Esta bicefalia fue motivo de continuas tensiones entre ambos y dividió a la organización entre partidarios de uno y otro. La situación se mantuvo hasta que, en 2012, Moliner alcanzó la presidencia del PP y acaparó todo el poder.

El intento de aupar a A. Fabra

Sin embargo, pudo haber sido de otra forma. Lo cuenta Pallardó. Arrepentido por haber señalado sucesor a Moliner, Carlos Fabra hizo «un último intento de designar a Alberto Fabra como presidente del partido» y propiciar así «una bicefalia que equilibrase el poder provincial».

«Hablado estuvo entre Fabras -explica la autora-, pero en ese intervalo Alberto fue llamado a ocupar la presidencia de la Generalitat» tras la implicación de Camps en la causa de los trajes. «Así que, con la marcha de Alberto, se truncó la posiblidad de que éste fuese presidente del PP en la provincia». La oportunidad de que un castellonense presidiera la Generalitat era «uno de los sueños no alcanzados de Carlos y, por fin, podía verlo cumplido».

Pallardó niega haber sido víctima de una caza de brujas contra el «fabrismo». «No fue una purga política; si lo hubiese sido, el propio Moliner y algunos de sus colaboradores más cercanos tendrían que haberse marchado también, ya que fueron nombrados por su predecesor», señala. Sobre su marcha por la puerta de atrás del PP, afirma que su situación personal «favorecía convertirme en la diana de cualquier ataque; era un blanco fácil y 'cortoplacista'. Me vi inmersa en polémicas estériles que se resumían en la necesidad de buscar malos para parecer buenos». También lamenta el intento por borrar la huella de Fabra: «Su retrato fue quitado de la ubicación que le correspondía en el pasillo del palacio de la diputación. Fueron retirados su retrato y el de su padre», a la vez que se intentó silenciar su nombre.