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Discurso político

El lenguaje que enmascara la crisis

El filólogo que hizo una tesis sobre la lengua del 15-M destripa la manipulación del discurso político

El lenguaje que enmascara la crisis

Inspirado por la neolengua con la que el Partido omnipotente deformaba el lenguaje en la distopía orwelliana de 1984, el filólogo valenciano José Manuel Martín Corvillo se metió a escarbar en la basura lingüística de la crisis. Y de aquel descenso al vertedero de la lengua, el doctor que radiografió en su tesis el lenguaje del 15-M regresa ahora con 51 palabras o expresiones que, según dice, contienen «trazas de manipulación del lenguaje con fines persuasivos».

Todas han sido utilizadas por políticos. Como minijob, por ejemplo. El atractivo del inglés y un prefijo tan familiar como mini, adornan la llegada de los minojobs. «Lo llamaremos minijob, pero es una maxiburla que nos hemos tragado. Porque un minojob lleva consigo minisalarios, y esta parte ya suena peor porque está en viejo y apolillado castellano. (...) Porque el mini también se refiere a la duración de los contratos y a las compensaciones por despido», enfatiza Martín Corvillo en su libro Cronología de la neolengua española (Publicacions de la Universitat Jaume I).

A los que no tienen ni minijobs les queda dejarse llevar por su «impulso aventurero». Fueron las palabras que utilizó la secretaria general de Inmigración y Emigración para definir el éxodo de jóvenes por el paro. La expresión «esconde el fracaso económico» y deforma, con «intención manipuladora», otra realidad: la «condena al desarraigo de muchos de los mejor preparados». La ministra Fátima Báñez lo llamó «movilidad exterior». Dos palabras atractivas para un fenómeno lacerante.

El objetivo es alejar a la opinión pública de la realidad política y económica mediante tecnicismos, metáforas o eufemismos. «Así se allana el camino a la implantación de una agenda que, despojada de complejidades lingüísticas, resulta ser un atentado contra el interés general», sostiene el autor.

Especializado en el empleo del lenguaje persuasivo en la comunicación política y el ciberactivismo, ataca una de las ideas centrales del discurso oficial de esta época. ¿Por qué emplear un término como austeridad? «Porque entra dentro del marco lógico de la culpa, del apretarse el cinturón, del haber vivido por encima de nuestras posibilidades. Porque alguien quiere que la ciudadanía asuma una responsabilidad que no es suya en su totalidad, ya que la autoría de las malas gestiones y de la corrupción es otra», responde Martín Corvillo.

Él profundiza en aquello de vivir por encima de nuestras posibilidades. «Es uno de los supuestos pecados que el españolito de a pie más ha asumido como propio cuando en gran medida no debería ser así», advierte. Y reflexiona a fondo sobre el alcance de esta penetración lingüística. «Hay que tener cuidado con la culpa. En una sociedad con una herencia judeocristiana, la culpa marca a fuego. Tenemos interiorizados el defecto, la torpeza innata, y reconocer nuestros pecados no deja de ser una vía de expiación. Pero el pecado, en este caso, lo cometieron unos y lo están pagando otros. Otros que sí vivieron por encima de nuestras posibilidades. Y la toma de conciencia al respecto es fundamental de cara al futuro».

«Perroflautas» sí; «blanqueo» no

Dando por hecho que casi nada es inocente, el lingüista apunta al uso de «perroflautas». ¿Alguien se imagina que los medios hablaran de maderos en una operación antidroga, de picapleitos en procesos judiciales, de vejestorios que se mueren o de listillos que publican un estudio científico?, pone como ejemplo. Los disfraces del lenguaje tienen ropajes distintos: a veces son metáfora, a veces son un alargamiento artificial. Como la regularización de activos, en boca del ministro Montoro, o la declaración tributaria especial según el BOE. Para el autor de Cronología de la neolengua española, es más directo: «implorar el 'dame argo' a cambio de un 'te blanqueo el dinero' a aquellos que lucen bandera española en la corbata y el llavero pero que luego declaran en Delaware, Ginebra o la Isla de Mann».

Y si usar circunloquios „esto es, emplear un lenguaje poco definido„ es un recurso, hay uno que debería «pasar a la posteridad»: la indemnización en diferido de Bárcenas. La misma creadora, María Dolores de Cospedal, eligió otro eufemismo archisilábico para no pronunciar desahucio. Lo dijo así: «El impago producirá todos los efectos previstos en la normativa».

Desahucio: palabra prohibida. Otra poco amable: impuestos. El «recargo temporal de solidaridad en las rentas de trabajo y de capital» que utilizó Soraya Sáenz de Santamaría era eso: una subida del IRPF y del IBI, pero había que camuflar la incómoda realidad. No la de 1984; sino la de 2008 a 2015.

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