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V. Garrido: «No hay rasgos de acosador»

El conocido psicólogo dictamina en un informe que no consta que «Sanz fuera capaz de cometer abusos»

El condenado por acoso y abusos sexuales, Vicente Sanz, siempre ha negado los delitos que ha acabado por admitir. Hasta entró en la Ciutat de la Justicia el pasado martes insistiendo en la teoría que después se tragó: que las relaciones fueron consentidas. Hasta el último momento intentó dar la vuelta a la tortilla de las acusaciones vertidas contra él. Ante la sección cuarta de la Audiencia de Valencia presentó un informe de su médico de cabecera en el que intentaba justificar que sufría una patología de próstata que le impedía eyacular. También aportó un análisis del psicólogo y criminólogo Vicente Garrido, sobre las denunciantes y el propio Vicente Sanz.

Sobre éste último, Garrido dictamina que Vicente Sanz «presenta un perfil de personalidad plenamente normal, que no se corresponde clínico-estadísticamente con tendencias respecto a abusos sexuales ni otras inclinaciones antinormativas». Aunque el psicólogo va más allá y dictamina que «en la personalidad y psicología del acusado no aparecen los rasgos característicos del acosador sexual». Y añade: «Tampoco consta en la documentación obrante en los autos información alguna que indique que Vicente Sanz tuviera ganada una reputación como persona capaz de cometer hechos graves de abuso, o de llevar actos dolosos de violencia o realizar amenazas de muerte con objeto de imponer su voluntad sobre empleados de RTVV». El criminólogo intenta, además, desacreditar los argumentos y mensajes aportados por las tres denunciantes a la causa y dictamina que la denuncia del acoso sufrido por las tres es «improbable».

Unos dictámenes que no arredraron a las tres mujeres. Llegaban al juicio con los 8 tomos que ha alcanzado el sumario durante cinco años estudiados al dedillo. Estaban preparadas para rebatir cada mensaje o información que la defensa de Sanz intentara desacreditar. No hizo falta. Sanz admitió el acoso y los abusos. «Nuestras familias lloraron de alegría». La pesadilla había terminado.

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