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Una candidata libre de peajes

Como alcaldesa de Alzira ganó notoriedad con su plan de expropiación de casas a los bancos

Una candidata libre de peajes

Elena Bastidas no es una recién llegada al PPCV. Diputada provincial en 1999, tres veces alcaldesa de Alzira (2003-2015) y dos mandatos consecutivos como presidenta de la Federación Valenciana de Municipios y Provincias (2007-2015) avalan una trayectoria política por la que ha transitado sin pisar callos ni labrarse enemigos internos, esos que muchas veces siegan carreras o, al menos, las complican. Tan difícil es encontrar a alguien que hable mal de ella, como cazarla en un contubernio del pasado o del presente. Simplemente no van con ella.

Y es que Bastidas, dicen quienes la conocen, sabe nadar y guardar la ropa y es, sobre todo, fiel a la siglas. De ahí que fue leal a Eduardo Zaplana, a Francisco Camps, a Alberto Fabra y a partir de ahora lo será, a la presidenta Isabel Bonig, a quien debe, sin proponérselo, convertirse en el cartel electoral a las generales por la provincia de Valencia. Un puesto que la lideresa ha conquistado para ella desplazando a todo un ministro, José Manuel García-Margallo. Bastidas es, sobre todo, una mujer de partido, comprometida no tanto con sus líderes, sino con las ideas y los discursos. En caso de duda, seguirá las directrices de los órganos oficiales del partido. Esto es, será un apoyo clave para Bonig en Madrid de cara al congreso regional.

Entregada a la política local, el rasgo más característico de Bastidas es su discreción y una política de prevención de riesgos sobre el que ha asentado su instinto de supervivencia. Sólo así puede entenderse que lleve más de dos décadas en la vida pública sin sufrir ni un solo rasguño. Esa es la clave que explica que pueda presentarse como uno de los rostros de un PP renovado cuando, en realidad acumula una densa experiencia política en el ámbito municipal.

No deja de ser una paradoja que la oportunidad de saltar a la política nacional, le llegue en el momento en que parecía abocada a estrenarse en el ámbito privado. Bastidas entró en la ejecutiva de Bonig en julio cuando Génova ejecutó el relevo de Fabra. En realidad, entre ella y la presidenta del PPCV no existía una relación de especial confianza, pero la exconsellera confió en ella una de las vicesecretarias del partido como contrapeso a los nombramientos del barón de Alicante José Císcar. Bonig necesitaba hacer su equipo y el perfil de Bastidas encajaba a la perfección.

Cuando el PP estaba en la cresta de la ola, Bastidas pudo moverse para saltar a la política autonómica. Su relación con Camps era muy buena y, aunque nunca fue rusista, tuvo el respaldo del entonces presidente provincial Alfonso Rus. En octubre de 2011 renunció a ocupar escaño en las Corts. El partido le pidió que cediera el puesto en favor de Lola Botella. Y no puso pegas. Se sentía cómoda como alcaldesa y en la vida municipal, un ámbito al que ha dedicado la tesis doctoral que hace tan sólo unos días ha terminado.

Durante su mandato como alcaldesa, hizo gala de un espíritu centrista y dialogante. Algunos acabaron tildándola de alcaldesa «roja» e incluso de «Robin Hood» por la agenda social que introdujo para sobrellevar la crisis económica de los últimos años. Una de sus propuestas estrella fue el plan de expropiación de inmuebles de los bancos para ofrecer una vivienda digna a familias desahuciadas. El proyecto le permitió adquirir notoriedad nacional.

A sus 46 años, Bastidas se marcha al Congreso libre de peajes y con el reto de sobrevivir en un medio nuevo para ella.

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