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Memoria

Las valientes "mamás belgas" salen del olvido

Un documental de la diputación rescata la memoria de unas enfermeras judías que curaron a republicanos en un hospital militar de Ontinyent y luego fueron represaliadas por los nazis

Las valientes "mamás belgas" salen del olvido

La añeja fotografía, captada el Primero de Mayo de 1937, condensa la esencia de esta historia de mujeres e ideales. Las chicas que sonríen a cámara de forma tímida y con decisión en la mirada son mujeres judías nacidas en Europa del Este e instaladas en Bélgica. Jóvenes aguerridas y adelantadas a su época que, movilizadas por las organizaciones socialistas belgas, llegaban ese mismo día a España con una misión: trabajar como auxiliares de enfermería en el hospital militar internacional que la Bélgica socialista y los sindicatos internacionalistas acababan de poner en marcha en Ontinyent para socorrer a los heridos de la Guerra Civil y apoyar así a la Segunda República.

Es también una historia de ideales, de utopías, de compromisos. Casi todas ellas estaban casadas o emparejadas con voluntarios que se habían enrolado en las brigadas internacionales. Como Vera Luftig, que ante la renuencia inicial a que su marido se alistara para luchar en España, no pudo sino seguirle como enfermera rumbo a Ontinyent cuando le oyó decir estas palabras: «¿Crees que tengo derecho a quedarme aquí tranquilo, sentado, disfrutando de la vida, mientras miles de mujeres como tú en España y miles de niños son asesinados?».

Vera fue una de la veintena de mamás belgas, nombre con el que han pasado a la historia sentimental de la capital de la Vall d´Albaida. Ahora, un documental producido por la Diputación de Valencia que estos días se rueda en Ontinyent y Xàtiva rescata esta historia casi desconocida. Una historia de mujeres altruistas que trabajaron codo con codo con otras enfermeras valencianas en un hospital con capacidad para un millar de heridos habilitado en el colegio La Concepción de los frailes franciscanos, confiscado durante la guerra. Ontinyent pasaba a ser una ciudad de retaguardia destinada a atender a soldados republicanos heridos en el frente, especialmente el de Teruel.

De una guerra a otra

Pero más allá de hitos bélicos y de la vida de este hospital militar improvisado que duró del 37 al 39, lo verdaderamente interesante de la historia es el papel de las mamás belgas y el trágico desenlace de algunas de estas luchadoras a las que el fascismo les cobró la cuenta años más tarde. Porque al regresar a Bélgica en 1939, se encontraron con un país ocupado por los nazis. Y la ideología que combatieron en España se abatió entonces sobre ellas.

Al menos cuatro de aquellas enfermeras murieron en los campos de exterminio nazis. Como la polaca Golda Luftig, la hermana de Vera. Al volver a Bélgica, la Gestapo la detuvo y la deportó a Auschwitz, donde fue asesinada en compañía de su hijo, de nombre Madrid y que había nacido en Ontinyent.

Otras mamás belgas fueron deportadas a campos de concentración. Henia Hass y Rachel Luftig sobrevivieron al campo de Ravensbruck; Gitla Gustawa Kinzclewska y Adèle Korn salieron con vida de Auschwitz; Rachel Ovlianetsky pasó por Ravensbruck y Buchenwald. Otras perdieron a sus parejas en la guerra. Recibían un paquete con la palabra «caído» junto al nombre de su marido y buscaban a quien les tradujera la horrible noticia.

El listado no es ni completo ni definitivo. Pero la investigación del ontinyentí Joan J. Torró y del belga Sven Tuytens, complementada por Rudi Van Doorslaer, director del Centro de Estudios sobre la Segunda Guerra Mundial de Bruselas, ha evitado el olvido de estas vidas.

Para el investigador Joan J. Torró, el prototipo de las mamás belgas «representa a la mujer moderna, que rompe el modelo tradicional que tan profundamente había calado en la sociedad española. Rompen con la imagen de mujeres vestidas de negro, circunscritas a la esfera doméstica y sin la posibilidad de su participación en la vida pública en aquellos eventos y toma de decisiones que afectaban a toda la colectividad».

Socialismo en el convento

Como añade el periodista belga Sven Tuytens, «estas mujeres no querían quedarse con los brazos cruzados ante el sufrimiento que vivía el pueblo español. Sus maridos o novios luchaban en las brigadas internacionales. Ellas también querían participar en la lucha antifascista en España y el hospital les ofreció la posibilidad de ser útiles».

Su rastro pervive en aquel colegio-convento al que volvieron los franciscanos tras la guerra. La biblioteca está llena de libros en francés o flamenco con títulos curiosos: El socialismo y la sociedad, Manual de las Escuelas Socialistas. Aquellos volúmenes pervivieron a 40 años de franquismo. Como una metáfora: nada pudo borrar el ideal por el que salvaron vidas y dieron las suyas las mamás belgas.

Testimonio | La última enfermera viva del «Gernika valencià»

A María Rosario Llin Belda la llamaban «La Peque». Tenía 15 años y trabajaba de auxiliar de enfermería en aquel hospital militar internacional habilitado en Ontinyent en la Guerra Civil. Ahora es nonagenaria. Es la única persona viva que trabajó en aquel hospital. Todavía recuerda «los infecciosos y los heridos por arma de fuego» que llegaban al centro.

En su memoria permanece el recuerdo del 12 de febrero de 1939, día del bombardeo de la aviación italiana sobre la estación de trenes de Xàtiva que dejó 145 muertos y más de 200 heridos. El hospital tuvo que atender a varios de los heridos de aquella catástrofe humanitaria conocida como el Gernika valenciano. «Brazos colgando, gente por los pasillos». En Xàtiva no cabían más y muchos heridos se desviaron al hospital de Ontinyent. «Uno se murió en la sala de operaciones», rememora. Precisamente en Xàtiva concluirá mañana el rodaje del documental de la diputación con la recreación del bombardeo en la estación de trenes.

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