La respuesta de los ciudadanos franceses, abandonando el estadio en orden y cantando La Marsellesa después de haber escuchado indefensos las explosiones en sus alrededores, ha prendido en los corazones de las personas de buena voluntad y estos días se ha escuchado el himno de Francia en todos los países y todos los ambientes. Lo cierto es que no se puede imaginar una mejor respuesta que la que han dado los franceses a la barbarie. No se contesta a la brutalidad con la brutalidad, sino con la lógica de la razón y la libertad. Hoy nos volvemos a emocionar con el grito de un pueblo que se subleva contra la tiranía de quienes quieren violentar la paz de todos nosotros: cristianos, judíos y musulmanes, empezando por estos últimos que tienen que soportar la violencia del Estado Islámico en Siria, Irak y Libia.

Se equivocan los racistas y xenófobos que construyen muros y levantan alambradas, los que quieren blindar fronteras o establecer otras nuevas. Se equivocan también los responsables del PP cuando alguno de sus responsables habla de que lo que se ha producido en París es un choque de civilizaciones. Aquí de lo que se trata es de la lucha de la sinrazón contra la libertad y la civilización.

A la intolerancia se la combate con la tolerancia y con la ley, no con la discriminación ni con el sectarismo. Sería lamentable que el miedo a un puñado de asesinos sirviera de pretexto para el ascenso en las urnas de los partidos nacionalistas y de ultraderecha. Los unos, los terroristas con las armas, y los otros, los nacionalistas y extremistas con el recurso a triquiñuelas legales, todos ellos pretenden quebrar nuestra libertad y someternos a todos al dictado de sus deseos.

Por eso, es importante que recordemos el sentido de La Marsellesa y recuperemos la defensa de los valores de libertad igualdad y fraternidad; cuando a más de un partido le encantaría limitar las libertades, establecer diferencias entre los de su país y los extracomunitarios e incluso discriminar a los ciudadanos de un mismo país en función de las afinidades, o no, a sus causas particulares. Si debemos extraer una conclusión de los acontecimientos de París, ésta no puede ser otra que la vigencia de los valores que inspiraron la revolución francesa, poniendo la fraternidad en primer lugar.

Son muchos los amigos y colegas musulmanes que en estos días me testimonian su solidaridad con Europa y se escandalizan de que algunos desinformados y malintencionados quieran confundir el islam con el islamismo radical, cuando el uno predica la paz y el amor entre las personas y el otro practica el asesinato sistemático y la destrucción de la cultura. Sirvan pues estas líneas para testimoniar mi amor por Francia y hacer justicia con el islam y los musulmanes de buena voluntad.