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Elecciones 20D

El valencianismo que soñaba con el 5 % aspira a ser la izquierda mayoritaria el 20D

El Bloc y antes la UPV se estrellaron contra el listón electoral en todas las autonómicas desde 1983 salvo cuando concurrió con EU - Compromís, la segunda refundación del valencianismo, superará al PSPV de la mano de Podemos si fideliza el voto del 24M

Morera y Mayor, en el Bloc en una imagen de archivo. F. Montenegro

Un partido de maestros, marginal o minoritario en las comarcas de dominio lingüístico valenciano, clandestino en los agujeros negros que eran las grandes ciudades (donde se deciden las elecciones), reducto de la defensa de la lengua y la cultura valencianas y enredado en banderas y esencias identitarias. Una formación que empezó a andar en 1982 como coalición „Partit Nacionalista del País Valencià (PNPV) y Agrupament d'Esquerra„, que nació como partido en 1984 y que siempre ha estado en guerra contra la barrera electoral del 5 %, con la que ha tropezado en cada una de las elecciones autonómicas.

Es la radiografía aproximada del Bloc, y su antecesora la UPV, un partido que siempre, salvo cuando ha concurrido coaligado (con Esquerra Unida en 1987 o en 2007, la primera coalición Compromís) y hasta que se ha refundado comercial y en cierto modo políticamente como Compromís, una cooperativa con unos socios en convulsión interna cada vez que hay que organizarse para recoger la cosecha electoral. La crisis interna entre las partes (Bloc, Iniciativa, Verds-Equo, con los independientes de Gent de Compromís a menudo como convidados de piedra) y especialmente en el seno del partido nacionalista a raíz del pacto con Podemos ha sido aparcada por necesidades del guión que marca el calendario político, en el que el 20D aparece en rojo. El debate sobre la refundación de Compromís en un congreso constituyente -urgido por quienes son críticos con el pacto y su gestión- o la necesidad de «repensar el proyecto del Bloc», señalaban ayer en Levante-EMV diez alcaldes y vicealcaldes influyentes en la organización, son debates aplazados hasta que pasen las elecciones.

Unos comicios en los que los nacionalistas, como Bloc, aspiran a lograr unas cuotas de poder inimaginables fuera de las fronteras valencianas. Los críticos y dimisionarios de la ejecutiva advierten de que los dos diputados que exportarán a Madrid (Joan Baldoví y Marta Sorlí, por Castelló) se habrían logrado igualmente concurriendo sin Podemos, aunque desde el entorno de Enric Morera señalan que la coalición con el partido de Pablo Iglesias les brinda la ventaja añadida de tener todos los números para poder superar al PSPV. Los resultados de las autonómicas del 24 de mayo son el único precedente en el que han comparecido socialistas, Compromís y Podemos, partido que ahora se estrenará en unas generales. Una traslación del resultado daría a la coalición que presenta a Joan Baldoví clara ventaja sobre el PSPV. 739.212 votos frente a 509.098. El 30,3% frente al 20,09%.

Pero las sumas políticas no son nunca aritméticas y los escenarios son distintos. La primera incógnita radica en las fugas que pueda haber por ambos lados de disconformes con esa coalición y, en sentido contrario, el voto de Compromís que de haber concurrido en solitario podría haberse fugado a otras opciones de ámbito estatal vistas como herramientas más útiles en el concierto político español.

Porque la infidelidad al Bloc por parte de electores hipnotizados por el llamado voto útil ha sido una constante histórica. Un fenómeno que se ha ido amortiguando conforme el valencianismo ha ido conquistando mercado. En las generales de 2011, Compromís logró 125.306 votos, casi 51.000 menos que las autonómicas de cinco meses antes. Con todo, fue suficiente para que Joan Baldoví se convirtiera en el primer diputado valencianista desde la llegada de la democracia. Haber entrado en el Congreso ayudará, defienden en el Bloc, a la percepción de que el voto es útil, lo que se traduce en escaño y evitará fugas.

El fenómeno de la deserción en las legislativas se ha atemperado conforme el valencianismo ha ido creciendo, gracias a la crisis sistémica, al tirón de los carteles electorales y a la normalización lingüística. El valenciano ha ganado espacio a rebufo de la normalización lingüística impulsada y ejecutada en buena medida por la Llei d'Ús i Ensenyament del Valencià, aprobada en 1983 con el socialista Ciprià Ciscar como conseller. Para cientos de miles de nuevas generaciones de escolares valencianos la lengua propia es percibida como de prestigio y capaz de vehicular mercados, tanto en el ámbito de la música como en el de la política.

Fichajes para competir

El PSPV tiene harto complicado superar a Compromís-Podemos. En las últimas generales, los socialistas valencianos cosecharon el 27% de los votos (697.474), pero entonces el bipartidismo (socialistas y populares) gozaba de buena salud, hasta el punto de copar el 81% del mercado.

Por si no estaban claras las intenciones de sorpaso de Compromís-Podemos a los socialistas, el pasado 16 de noviembre dieron más pistas ante las puertas de la Junta Electoral Provincial, donde se registraron las candidaturas al Congreso y al Senado. Allí presentaron el fichaje de Josep Lluís Albiñana, presidente socialista del Consell Preautonòmic, para ir de uno al Senado. Toda una declaración de intenciones.

Un reclamo con efecto llamada para el votante valencianista del PSPV, justo cuando el presidente Ximo Puig está subrayando más que nunca ese perfil. Y una aspirina para el dolor de cabeza que el pacto con Podemos ha generado en el Bloc, buena parte de cuyos militantes sienten que en la negociación y en el acuerdo se ha ninguneado la voluntad de las bases nacionalistas.

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