No estamos hablando de trabajar para el futuro, para las nuevas generaciones, hablamos de trabajar para el presente. Vivimos en una zona, el Mediterráneo, especialmente crítica en cuanto a las modificaciones que está experimentando el clima y sus consecuencias. Ya las estamos sufriendo.

Por su especial vulnerabilidad, el Mediterráneo está viviendo una reducción de su biodiversidad, el retroceso de las costas, tensiones hídricas que se van acumulando... No se puede discutir que el aumento de las temperaturas es un hecho, como lo es la existencia de plagas hasta hoy desconocidas o sus repercusiones en las cosechas.

Pero también somos una tierra que históricamente ha protagonizado grandes avances sociales, tierra de innovaciones, espacio de intercambio cultural enriquecedor que, más que nunca, hoy tiene que hacer oír su voz. Las actuaciones para preservar el clima las conocemos, las tenemos a nuestro alcance y sabemos, además, que son las palancas de un desarrollo sostenible basado en el cambio del paradigma de producción y consumo.

Hemos perdido demasiado tiempo por no actuar. El gobierno español lo ha perdido apostando irresponsablemente por las políticas ambientalmente más depredadoras, por la movilidad más contaminante, por las energías menos sostenibles. Un tiempo perdido mientras, por contra, se penaliza el desarrollo e implantación de las energías renovables hasta caer en el inaceptable «Impuesto al sol» de hace unas semanas. Produce rubor escuchar ahora al presidente Rajoy hablar de cambio climático cuando hace poco lo ridiculizaba, usando como argumento las opiniones negacionistas de un primo suyo.

Hoy estamos en París como delegación de la Generalitat porque nuestro gobierno está comprometido desde el primer día con la problemática que aquí se está discutiendo. Desde nuestra conselleria se ha impulsado con urgencia la revisión de la Estrategia Valenciana frente al Cambio Climático que el anterior gobierno tenía absolutamente abandonada. Nosotros nos hemos volcado en ponerla al día, hacerla efectiva y, sobre todo, le hemos añadido las políticas energéticas que, incomprensiblemente, se habían dejado al margen.

Desde el conjunto del Consell estamos comprometidos en una política transversal sobre estas cuestiones. Por ello ya se han introducido cambios en los programas de movilidad, se ha puesto freno al urbanismo depredador del territorio, se están buscando vías para implementar las energías renovables pese a las trabas que nos llegan del gobierno central, se han abierto líneas para una agricultura y una ganadería más sostenibles, se han abandonado las formas más contaminantes en la gestión de residuos, se han introducido cambios en las políticas forestales para hacer de nuestros bosques sumiros cada día más potentes para los gases de efecto invernadero. Y estamos solo al principio.

Esta cumbre de París, lo dicen todos los expertos, puede ser la última oportunidad. Es ahora o nunca. No estamos en una cumbre de gobiernos, sino de personas, una inmensa cumbre social que ha de aprobar medidas para asegurar que el incremento de temperaturas no vaya más allá de los dos grados, que las estrategias serán evaluables y revisables y que los países menos tendrán las ayudas que necesitan para hacer su transición energética, ese fondo de 100.000 millones de dólares que ha de funcionar como verdadera ayuda verde.

Estamos a las puertas de un cambio de sistema y los responsables de los gobiernos más próximos a los ciudadanos tenemos una responsabilidad especial. Somos los primeros en recibir los problemas de la gente pero también tenemos que ser los primeros en encontrar soluciones, los primeros en poner toda nuestra credibilidad al servicio de las políticas sostenibles necesarias. Las tenemos que explicar, discutir, negociar. Tenemos que ser capaces de convencer a nuestros ciudadanos. Lo podemos hacer. Lo haremos. Se pasó el tiempo del miedo a que las políticas responsables resten votos; estamos en la fase de que nadie se puede quedar atrás.