El Vaticano llamó la semana pasada a capítulo al obispo de Mallorca, Javier Salinas. Roma tiene sobre su mesa el posible relevo del prelado al frente de la diócesis mallorquina, a raíz de un episodio con conexión laical que contravendría frontalmente su ministerio episcopal. En ningún caso el trance tiene repercusiones en el ámbito jurídico-civil, aunque por su calado choca de lleno con la doctrina de la Iglesia católica, forzada ahora a actuar.

Monseñor Salinas, nacido en Valencia en 1948, acudió a la Santa Sede el pasado miércoles día 2 para dar cuenta sobre este conflicto, que ha provocado una fuerte conmoción entre un señalado grupo de seglares palmesanos. Permaneció en la capital italiana hasta que regresó a Mallorca el sábado 5 por la tarde, después de haberse reunido con altas instancias vaticanas y en vísperas de las señaladas celebraciones de la Inmaculada. No se descarta que el propio Papa Francisco haya sido informado del alcance de lo ocurrido, por la trascendencia que adquiere la salida precipitada de un prelado en activo.

El asunto se gestiona con extremo sigilo por parte de la jerarquía eclesiástica mallorquina, por las consecuencias que tiene para el gobierno de la diócesis y para la moral de la comunidad católica local.

El episodio que ha puesto en el disparadero del Vaticano al obispo Salinas tiene traducción en la composición de la estructura episcopal. Un cambio en el organigrama de la curia diocesana de Mallorca ha sido decisivo para descifrar lo ocurrido en el entorno del prelado, con nombramientos que el desarrollo de los acontecimientos ha obligado a deshacer in extremis.

Documentación

Hasta el Vaticano ha llegado detallada documentación sobre lo ocurrido en la diócesis mallorquina, que va más allá de los testimonios personales.

La implicación directa de Roma se justifica por la importancia que tendría el posible traslado de monseñor Salinas. La situación planteada supera las competencias de la Nunciatura Apostólica de la Santa Sede en Madrid, ejercida en este momento por monseñor Renzo Fratini.

La continuidad de Javier Salinas en el palacio episcopal está hoy por hoy en entredicho por la relevancia de los hechos en los que se habría visto implicado el prelado, reforzada por la documentación existente al respecto y que manejan destacadas personalidades palmesanas. Las repercusiones han alcanzado a la alta sociedad madrileña.

En cambio, queda por dirimir el ritmo para una posible sustitución, según el cuidadoso manejo de los tiempos por parte de la Santa Sede. El origen del impasse en el cargo que afronta el obispo Salinas se remonta a finales del verano, pero ha estallado en toda su magnitud con motivo de la visita a Roma. La perplejidad que se detecta en la cúpula eclesiástica se debe a que no abundan los precedentes de una situación similar.

La delicada situación jerárquica que vive el prelado ha debilitado su posición al frente de la diócesis de Mallorca, que hasta la fecha transcurría sin mayores contratiempos. La intervención del Vaticano obliga a reinterpretar decisiones del Obispado de Mallorca que habían causado perplejidad en las últimas semanas, incluidas declaraciones personales de Javier Salinas.

El domingo, tras su regreso del Vaticano, Salinas asistió como viene siendo habitual a la recepción en la Almudaina del Día de la Constitución, con el intento de trasladar una imagen de normalidad en el gobierno de su diócesis. Posteriormente presidió la eucaristía en la iglesia palmesana de Sant Nicolau, con motivo de la festividad del santo.