­El ex gerente de Imelsa, Marcos Benavent, fue ayer el imputado más tranquilo de los 29 «investigados» en la «Operación Taula» que se saldó con 24 detenidos. El antiguo delfín de Alfonso Rus es el autor de las grabaciones en las que aparece presuntamente pactando mordidas con la ex concejala Maria José Alcón o contando y amañando supuestas con Alfonso Rus y Máximo Caturla. Y también es el miembro de la trama que ha tirado de la manta y colaborado con la Fiscalía Anticorrupción para desmontar el engranaje de corrupción para cobrar supuestas mordidas en el área de Cultura del Ayuntamiento de Valencia, la Diputación de Valencia, la concesión de residencias, la construcción de VPO y la adjudicación de PAI en administraciones y empresas públicas dirigidas por el PP.

Benavent desapareció del mapa, durante cinco meses, tras abandonar precipitadamente la gerencia de Imelsa. Un tiempo en el que visitó paises y zonas tan dispares como Ecuador, el Amazonas, Japón y Amsterdam. Tras estallar el «caso Imelsa», que leyó en la web del Levante-EMV, decidió volver para dar la cara.

Y reapareció a lo grande el pasado 27 de mayo. Benavent había desterrado la apariencia pija que cultivó durante años para ofrecer una estética muy «hipster»: barba poblada y pelo largo con un estudiado aspecto desaliñado pero de apariencia cuidada, aderezados con una estética entre lo militar (hebilla metálica y pantalones «jodhpur») y lo «vintage» (chaleco clásico de cuatro botones con forro interior) y camiseta hippy.

E hizo un «estriptease» emocional ante los periodistas que esperaban el final de su primera declaración judicial. Benavent admitió que se subió al carro de la corrupción por mimetismo con el entorno y porque se hizo adicto al dinero. «Yo era un yonqui del dinero. Uno vive en la inconsciencia y entra en una historia y ves que casi todo el mundo está así y es lo que hay. Todo el mundo está en movidas», admitió a los periodistas. Aquel día ya advirtió del terrémoto de escala máxima que generarían sus declaraciones. «Voy a provocar mucho daño, pero la gente ha de saber la verdad. Va a salir mierda a punta pala. Siento el daño que pueda provocar, pero es lo que hay. No puedo hacer otra cosa. Tengo que ser coherente». Ese día entregó los discos duros que se había llevado de la Diputación de Valencia y comenzó su colaboración con la Fiscalía Anticorrupcón. Durante estos meses de investigación también ha ratificado la veracidad de las grabaciones en las que se pactaba mordidas o contaba comisiones. Como interlocutor y autor de las grabaciones, es la única persona que puede aportarlas para que tengan «validez judicial», como sucedió en el Caso Terra Mítica (con las cintas presentadas por el diputado José Camarasa) o el Caso Gürtel (armado gracias a las grabaciones del ex concejal de Majadahonda, José Luis Peñas). Unas grabaciones que hizo como seguro de vida. «Uno vive con miedos e inseguridades y, en ese momento, lo ves como un seguro a posibles historias a futuro. Y entras en esa dinámica y, sin darte cuenta, vas haciendo cosas...».

En su nuevo estado zen, al ex gerente de Imelsa ni siquiera le importaba entonces que le llamen «corrupto» por la calle. «Es lo que hay, asumo mis actos. El viaje es hacia dentro de uno mismo», aseguraba un místico Benavent.