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La cuestión que dividió al PP

Cae el enemigo de la línea roja

La detención de Rus envía al calabozo al principal opositor de Alberto Fabra en su cruzada contra la corrupción dentro del PP - «La gente está harta de los ladrones sinvergüenzas», clamaba un político que siempre defendió la presunción de inocencia

Cae el enemigo de la línea roja

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De pie en l´Albereda de Xàtiva despidió Alfonso Rus a Alberto Fabra la tarde del 25 d´Abril, cuando el entonces presidente de la Generalitat viajó ex profeso a la capital de la Costera a un mes de las elecciones locales. Pisó terra socarrada para exigirle a Rus en persona explicaciones por las grabaciones sobre la trama de Imelsa que EU había entregado a la Fiscalía y que estaban a punto de filtrarse. Tras aquel encuentro secreto en un reservado de la cafetería Pebre Negre, y todavía en la acera, Rus fue tajante: «En toda mi vida he tocado un duro». Ajeno o impropio, se entiende. «Esto es una cuestión de honor y no voy a permitir que se me ponga en entredicho», declaró in situ a Levante-EMV. La tormenta estaba a punto de abatirse sobre él.

Aquella conversación cara a cara entre presidents fue el clímax del desencuentro a cara de perro que mantuvieron ambos a cuenta de la férrea línea roja contra la corrupción que quiso implantar Fabra en un partido, el de la gaviota, que se desangraba de votos por una lacra que llevaba el nombre de «caso» y que iba cambiando de apellido: Fabra, Emarsa, Cooperación, Gürtel, Brugal, Castellano, Nóos, Imelsa€ Paradojas de la vida, fue la corrupción quien aniquiló a ambos dirigentes. A Alberto Fabra, como víctima colateral y en diferido en miles de urnas. A Alfonso Rus, por unas grabaciones que anteayer lo condujeron a un calabozo de Benimaclet.

El exalcalde de Xàtiva fue el máximo oponente de Fabra en su intento de limpiar de imputados un PP que en las Corts llegó a tener once parlamentarios imputados. El 2 de enero de 2015 desapareció el último imputado de la bancada popular cuando Ricardo Costa dejó el escaño. Una y otra vez, Rus pidió que se apartara sólo a los cargos públicos condenados. Fue el último defensor de Rafael Blasco; se opuso a que expulsaran a Milagrosa Martínez; y una y otra vez repitió que había de imperar la presunción de inocencia. «Mientras uno no es culpable€», insistía.

Igual de categórico, eso sí, se mostraba con la corrupción y el robo. En un acto de partido celebrado en Ontinyent muy poco después del estallido de la operación Gürtel „el 17 de octubre de 2009„ el presidente provincial del PP manifestó en relación con el caso que derribó a Camps que quien metiera «la mano que se la corten, como hacía Jomeini». El 20 de diciembre de 2011 insistió: «Dije que a quien metiera la mano (en la caja) se la cortaríamos, como hacía Jomeini. Hoy sigo pensando lo mismo. Todos los políticos no somos iguales», dijo.

Por cierto: en aquel acto de Ontinyent en el que invocó al ayatolá iraní para amputar extremidades, a Rus lo acompañaba Rafael Blasco, hoy entre rejas en Picassent y que ese día acusó al Gobierno de Zapatero de haber «ocultado, a sabiendas, pruebas que exculpaban a Camps» en el caso Gürtel. Aquel mismo día, el presidente castellonense Carlos Fabra rebatía las acusaciones de financiación irregular del PP valenciano con un órdago al rival: «En la historia de la democracia sólo ha habido dos partido políticos condenados por financiación ilegal: el PSOE y Herri Batasuna». Hoy cumple condena de cuatro años en la prisión de Aranjuez.

La misión de Bonig

Muy crítico con los ERE de Andalucía y el saqueo que rodeó a la Junta, Alfonso Rus siempre mostró un exhibicionismo verbal contra la cleptomanía pública. Como el 22 de noviembre de 2014, cuando en un acto con militantes y simpatizantes del PP de la Vall d'Albaida proclamó: «La gente está harta de los ladrones sinvergüenzas. Muchos de ellos son de mi partido porque es el que está gobernando en la mayoría de las instituciones». Sin embargo, defendió que «por cada corrupto hay una infinidad de militantes y cargos del PP honrados y trabajadores que necesitan volver a ilusionarse con este partido». Ésa es la difícil misión que le espera ahora a Isabel Bonig.

A Rus, la línea roja de Fabra „unas veces muy firme, otras más errática y flexible como con Joaquín Ripoll o Carlos Fabra„ se le acabó aplicando el pasado 2 de mayo. Poco le importaba ya a quien decidió presentarse a la alcaldía de Xàtiva por el PP „aun escondiendo las siglas„ mientras todas las televisiones escupían el audio de «dos millons de peles». Aun así consiguió el apoyo de 3.550 electores, el 22 % de votos.

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