Los populares valencianos levantaron ayer acta del fin del 'reinado' de la exalcaldesa Rita Barberá en el capi i casal, una etapa de más de veinte años en la que senadora territorial ejerció un poder absoluto. El imperio de Barberá en Valencia ciudad comenzó a derrumbarse el 25 de mayo, con la pérdida de la alcaldía, pero ha sido la operación Taula la que lo ha hecho añicos. Al entierro político estaba convocada la Junta Directiva Regional del PPCV, un cita a la que no asistió la exalcaldesa ni nadie de sus herederos en el ayuntamiento, todos ellos imputados por presunto blanqueo de capitales y suspendidos de militancia. Con el visto bueno del vicesecretario de organización del PP, Fernando Martínez Maillo, que presidió la reunión, y a eso de las 18 horas, antes de caer la noche, Bonig, otrora protegida de Barberá, oficializó la constitución de una gestora para llevar las riendas del PP en el cap i casal con el exconseller de Gobernación, Luis Santamaría, y hombre de su confianza de presidente.

No hubo traumas. Nadie lloró a sus excompañeros del cap i casal. Y el asunto quedó resuelto con una salva de aplausos a Santamaría y con la propuesta de Bonig de que la gestora quedaba aprobada por «asentimiento». El siguiente tema espinoso; la solicitud a Génova de un congreso extraordinario, sí requirió alzar la mano. Bonig, que ha fiado su propia supervivencia al cónclave de la renovación, sorprendió a los presentes (y al propio Maillo) pidiéndoles que votaran su propuesta, que vinculó al requisito de que todos los militantes pudieran participar, es decir, a las primarias. El sí fue unánime, aunque en privado algunos reconocían que no sabían muy bien cual era la propuesta.

Con este gesto, Bonig y los barones provinciales Vicente Betoret, José Ciscar y Javier Moliner (sentados en la mesa presidencial) tratan de reforzarse ante Madrid y enviar el mensaje de que tienen el partido detrás. Bonig, en su alocución, ya no habló de refundación ni de cambio de siglas, aunque sí de un «punto de inflexión», de una nueva etapa en la que el PPCV «sea identificado con la defensa de los intereses de la Comunitat Valenciana» y con la tolerancia cero contra la corrupción. Los asuntos turbios se colaron en en los discursos, aunque sin nombres y apellidos. Bonig entonó el mea culpa, pidió perdón y condenó a quienes han utilizado el paraguas de las siglas en beneficio propio, si bien mantuvo que no era hora de «lamentos». Y puso en valor «lo bueno del PP en los últimos 25 años». «No todo ha sido malo y me niego a olvidarlo».

También Maillo aludió a los casos de corrupción y admitió que, junto a la crisis, había sido la causa del desgaste electoral. «No vamos a dejar que la corrupción nos derrote», advirtió. El dirigente nacional admitió que quizás el PP había sido poco diligente en el pasado a la hora de atajar los casos, pero que ahora (aludió a los detenidos por el caso Imelsa) estaba siendo contundente. Además, afirmó que «el PP nunca ha escondido una conducta indebida». En su alocución hubo un pequeño guiño a la ausente Barberá, aunque no la citó al subrayar que no iban a permitir «el linchamiento mediático» ni enjuiciar a nadie «antes de tiempo».

Sobre la constitución de la gestora, que sustituye a la dirección que diseño Barberá, Maillo aseguró que era una decisión «muy dura» y «complicada», al tiempo que declaró abiertamente el apoyo de la dirección nacional a Bonig.

Ahora bien, si la cúpula regional espera arrancar de Maillo un sí sin condiciones a su congreso con primarias, se quedó a medias. Maillo ironizó con el hecho de que si el no había votado era porque no formaba parte de la Junta Regional, pero que la idea del congreso era «buena». «El PPCV tendrá su congreso extraordinario», dijo, pero admitió que no había fechas. No dijo nada sobre las primarias.