Nuevo lunes negro para el PP. La detención del número dos de Rita Barberá durante lustros en el Ayuntamiento de Valencia, Alfonso Grau, y la posible implicación del expresidente de la Generalitat Francisco Camps como presunto recaudador de la trama de corrupción que afectaría a la financiación ilegal del PP valenciano, sembró ayer otra vez la desolación en las filas populares. Un nuevo y estrepitoso desplome de acciones en la parqué político.

Fuentes populares admiten que el partido está totalmente superado por los acontecimientos, que la estrategia de vender refundación y limpieza en la formación es imposible en la situación actual y que el discurso se hunde cada semana a golpe de titular.

La teoría de que todo lo que puede puede ir a peor empeora finalmente se cumple en el PP con precisión suiza desde que Isabel Bonig asumió la presidencia del partido el pasado verano. El golpe de ayer vuelve a ser muy duro, echa por tierra cualquier amago de reflote y obliga de nuevo a empezar de cero. Con todo, lo que más inquieta en la dirección del PP que lidera Bonig es que nadie sabe a ciencia cierta cuándo acabará el suplicio, qué más queda por salir a la luz pública y a quién va a salpicar, admiten en privado, lo que amplía aún más la sensación de desazón y desconcierto.

Así, nadie en la dirección del PP sabe por donde cortar la infección porque en unos días puede ser necesaria otra amputación, señalan gráficamente. Todos los grandes referentes del partido han caído, pero muchos de aquellos de los que ahora el partido reniega en público -Barberá o Rus son dos ejemplos- son padrinos políticos de dirigentes actuales y cortar el cordón umbilical no es sencillo. Matar al padre, o a la madre en el caso de Barberá, nunca fue fácil.

En estas condiciones reflotar el barco se antoja misión imposible para los populares, admiten. En el partido pensaban que las elecciones generales de diciembre habían significado un punto de inflexión y el aumento del apoyo electoral en 180.000 votos suponía un espaldarazo a la gestión de Bonig.

Pero en las últimas semanas los populares sólo han tenido un día de respiro. Fue justo el pasado jueves después de que dirigentes del PSPV, Compromís y EU fueran citados a declarar por el caso Imelsa. El PP aprovechó para salir en tromba. En pocas horas la presidenta regional, Isabel Bonig; la secretaria general, Eva Ortiz, y la portavoz en la diputación, Carmen Contelles, proclamaron que la corrupción es un lastre que afecta a todos los partidos y que ninguno escapa a las manzanas podridas. Pero la teoría es muy difícil de sostener con tantísimos frentes abiertos: Barberá, Grau, Rus, Camps, Castellano, Gürtel?

A Bonig, la detención de Grau y la presunta implicación de Camps le sorprendió ayer en Madrid, donde asistía al comité ejecutivo nacional al que no acudió la senadora Rita Barberá, que también forma parte.

Además, la detención de Grau y la posible implicación de Camps se conocen unas pocas horas después de que el partido cerrara filas con la petición de celebrar un congreso extraordinario con el que empezar a dar «nuevos pasos» y que respaldó el propio vicesecretario de Organización del PP, Fernando Martínez-Maíllo.

«Estamos hasta las narices»

En Génova aseguran que existe «cabreo e indignación» por los casos de corrupción que les afectan. El vicesecretario de Comunicación, Pablo Casado, insistió ayer en pedir a la exalcaldesa de Valencia Rita Barberá, que dé «cuanto antes» explicaciones públicas.

«Estamos hasta las narices, indignados y exigimos la máxima contundencia, acabemos ya con esta pesadilla que demasiado nos está costando», dijo Casado, que calificó de «vomitiva y abominable» la corrupción. El vicesecretario dijo entender la «indignación» de la ciudadanía y que ésta crea que el PP no hace lo suficiente. Respecto a Barberá pidió «reflexión para que cada uno vea si aporta o no aporta a este partido, porque en este segundo caso hay vida fuera de la política», apuntó sobre la exalcaldesa.