Un bólido más brillante que la luna llena se desintegró aparentemente sobre la vertical de Requena en la madrugada del pasado martes tras impactar sobre la atmósfera cerca de la población conquense de Almodóvar del Pinar.

A pesar de que no hay constancia de ningún fragmento sobreviviera al paso por la atmósfera y cayera en la superficie terrestre, el cruce de los datos obtenidos por los observatorios del Proyecto Smart y de la Red Española de Investigación sobre Bólidos y Meteoritos permitirá obtener datos sobre su origen, peso y composición.

El bólido fue observado poco antes del amanecer del 23 de febrero, a las 06,54 horas y grabado por el Observatorio de la Hita (Puebla de Almoradiel) y Calar Alto en Almería, que forman parte de la red en la que se integra también el Observatorio Astronómico de la Universitat de València.

La bola de fuego se suma a otros dos meteoros detectados los pasados días 19 y 21 de febrero que entraron también en la atmósfera dejando una estela de fuego, aunque menos brillante que la del martes.

José Maria Mediedo, de la Universidad de Huelva y actual director del proyecto Smart (Detección de Meteoroides en la Atmósfera Terrestre) aseguró que pese a la concentración de episodios en un escaso lapso de tiempo se trata de una coincidencia sin que exista relación alguna entre los tres avistamientos.

Según los primeros análisis realizados por este especialista de la Universidad de Huelva, la bola de fuego se produjo por el impacto contra la atmósfera de una roca «de origen cometario, si bien habría perdido buena parte de su material volátil» que viajaba a 110.000 kilómetros a la hora. «El peso estaría comprendido entre 5 y 10 kg y ningún fragmento consiguió sobrevivir a su brusco paso por la atmósfera terrestre, por lo que este evento no ha producido meteoritos que hayan podido llegar al suelo», explicó.

La gran velocidad adquirida por el bólido hizo que en su trayecto por la atmósfera registrara varias explosiones que hicieron más espectacular si cabe su entrada en la tierra.

La roca entró a unos 93 kilómetros sobre la vertical de Almodóvar de Pinar en Cuenca y pudo alcanzar temperaturas de hasta 2.000 grados antes de desintegrarse aparentemente a unos 32 kilómetros sobre la vertical de Requena.

Según explicó Madiedo, la roca debía seguir una órbita similar a la de los cometas antes de impactar sobre la atmósfera aunque resaltó el hecho de que la resistencia del material fuese superior a la habitual para un objeto procedente de los restos de un cometa.

La fiebre del meteorito

La desintegración del bólido impide que que su caída desatara una «fiebre» por capturar alguno de sus restos, tal como ha ocurrido con otros meteoritos como el que el 10 de mayo de 2007 cayó fragmentado en las comarcas limítrofes de Murcia y Albacete.

«El coleccionismo por t0do aquello que llega del espacio está muy extendido», asegura el científico y catedrático de Astronomía Juan Fabregat, experto en Física Estelar y miembro de la Red Española de Investigación sobre Bólidos y Meteoritos.

La avidez por los meteoros se justifica tanto por el elevado interés científico que despiertan como por el valor que los objetos pueden tener en el mercado coleccionista, donde existe una especie de mercado negro y opaco.

Cada meteorito es una pequeña joya que puede aportar «una enorme y muy valiosa información sobre el momento de la aparición del sistema solar sobre el universo», añade Fabregat.

Los meteoritos son, según explican en la Red, como la «piedra de Rosetta» de la ciencia, con información sobre la génesis de los elementos químicos, explosiones de estrellas, formación de los planetas e incluso sobre el origen de la vida».