«Ni dimito, ni me lo planteo». La afirmación salió de la boca de la exalcaldesa de Valencia, Rita Barberá, al minuto treinta de la comparecencia de prensa que ella misma convocó ayer en la sede del PPCV en medio de una gran expectación. Decenas de periodistas se agolparon en la sala de prensa para escuchar a quien no hace mucho y durante casi un cuarto de siglo fue la mujer con más poder en el cap i casal y sobre la que hoy pesa la sombra de la sospecha de la operación Taula. Treinta días de silencio (sólo rotos por una breve declaración a una radio y un comunicado de prensa) que la senadora territorial rompió para dejar claro que, de momento, no piensa irse aunque se haya convertido en un lastre para la organización valenciana. Quedó claro, eso sí, que Barberá ha roto con el PPCV y que su suerte ahora está unida a la dirección nacional que aún pilota Mariano Rajoy.

Eran las 12 horas cuando Barberá, ataviada con un traje de chaqueta blanco, un blusa color rojo y su inconfundible collar de perlas, se puso frente ante los periodistas. Nadie del partido la acompañaba, a excepción del personal de prensa. Habló serena durante unos cuarenta minutos y estuvo otros veinte atendiendo preguntas si bien sólo dijo aquello que quería de decir: defender su inocencia y cargar contra la izquierda y los miembros de su propio partido por no haberle dado la espalda.

Así como ya hizo en su primer comunicado, negó cualquier vinculación con la operación Taula que se ha saldado con detenciones y todo el grupo municipal imputado por su puesto blanqueo de capitales: «Ni he ordenado, ni sabido, ni he tenido el menor conocimiento sobre una caja b, ni en el grupo ni en el PP», sostuvo. «Todo lo que se ha dicho sobre mi es falso», añadió, sin soltar una sola palabra de solidaridad hacia los suyos más allá de que le parecía «insólito» el desfile por los juzgados por una donación de «mil euros». Admitió que ella también los aportó al partido, pero que nunca se lo devolvieron.

Cuarenta y ocho horas después de que trascendiera que el juzgado de instrucción número 18 de Valencia ha iniciado los trámites para poder extender a ella la investigación fue rotunda respecto a su futuro: «Pese a las ansias de la izquierda que quiere que desaparezca, no dimito, ni me lo planteo», señaló. «No conozco nada de lo que se me acusa. No he cometido delito ni ilícito alguno», sostuvo. Y añadió: «Si me fuera, sería aceptar que he hecho algo». Dicho esto y adelantándose a posibles preguntas, Barberá apeló a los estatutos de su partido y dejó claro que ellos marcan su línea roja para la asunción de responsabilidades políticas. Recordó que según esta normas internas, la apertura de juicio oral da lugar al expediente disciplinario y que la expulsión está contemplada en los casos de condena. Dicho esto, se negó, a preguntas de los periodistas, a entrar en hipótesis de si se irá o no si la imputan formalmente o si se lo pide su partido.

Además, negó que su aforamiento (por la vía del Congreso y de las Corts) le otorgue impunidad alguna o privilegio, ya que llegado el caso tendrá que declarar ante el Supremo.

Tampoco aceptó ningún tipo de responsabilidad política sobre la base de que ella, ni era «todopoderosa» en la ciudad ni la «jefa» de nada. Como se venía venir esta cuestión, tiró de ventilador y se remontó al caso Filesa y a los GAL. «Felipe González, que era Dios, se enteró por la prensa y no voy a ser yo más que González», soltó.

Barberá repartió estopa a todo el mundo: medios de comunicación, jueces, partidos de izquierda, pero también a su propio partido, en concreto a la cúpula regional que lidera su otrora protegida Isabel Bonig. Arrancó admitiendo que había tomado nota de que los suyos le habían pedido que diera explicaciones e incluso que se fuera. Calificó de «precipitadas» las declaraciones de dirigentes de su partido, tanto a los de Valencia como a los de Génova. Aún así dijo que podía entenderlas fruto de la «dureza» del momento que vive el partido y España. La primera pulla fue suave. Atribuyó esta reacción a la falta de experiencia y a la juventud de su correligionarios y les recomendó «sosiego y templaza». Pero la comprensión se desvaneció cuando llegó el capítulo de agradecimientos, con los que puso punto y final a su estudiada intervención. Dio las gracias al expresidente Francisco Camps, a Mariano Rajoy, la secretaria general del partido, Dolores de Cospedal, los ministros Catalá y Alonso y a la diputada Celia Villalobos. «Y seguro se me olvida alguno», apostilló con sorna.

Pero, la andanada vino en el turno de preguntas al ser inquirida por los mensajes de texto que envió a Bonig en los que la exalcaldesa se mostraba airada porque el PPCV la había pedido explicaciones públicas. Barberá confirmó los mensajes publicados en exclusiva por Levante-EMV incluido aquel en que incluía el inquietante «cuidado con lo que decís». Indicó que el mimo mensaje con diferentes palabras lo había enviado a dos personas y que tenía identificado al filtrador, pero negó que tuviera intención de tirar de la manta: «Era una manera de mostrar mi dolor por la deslealtad»,dijo en clara alusión a Bonig y, probablemente al presidente provincial, Vicente Betoret. Recordó que ella dio la cara por ellos cuando se produjo el relevo de Alberto Fabra.

Además discrepó abiertamente con el anuncio de la cúpula regional de una refundación del partido, ya que, según dijo, la renovación ya tuvo lugar hace un año cuando hubo cambios importantes. «¿No sé por qué hablan de refundación?».

Barberá mantuvo que irá al Senado cuando se retome la actividad normal en la cámara alta, si bien dio portazo a acudir el lunes a las Corts para dar explicaciones: «Mi deseo es colaborar con la Justicia no con tribunales populares inconstitucionales como pretende la izquierda radical». Aun así, dijo que se lo pensará.