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Reportaje

Valencia se gana un lugar en el mapa de la corrupción

La prensa extranjera sigue con interés los escándalos políticos de la Comunitat aunque el impacto en su imagen es una incógnita

Las últimas detenciones en el PP valenciano han vuelto a asociar la palabra "corrupción" a Valencia.

Obama llegó al poder con un «We can» debajo del brazo mientras que el Partido Popular en la Comunitat Valenciana y Francisco Camps en particular hicieron del objetivo de «poner a la Comunitat Valenciana en el mapa» su leit motiv, un lema, casi un mantra que se repetía hasta la saciedad y que pretendía dar sentido a todos los excesos de los nuevos dirigentes.

Cuesta encontrar en la hemeroteca el origen de esta afirmación, atribuida a Camps, aunque con el tiempo la frase se hizo de uso de común. En mayo de 2010 el líder del PP en el País Vasco, Carlos Iturgaiz, daba una conferencia en el Foro de Opinión, con Camps en entredicho por los regalos de la Gürtel, y calificaba de «hienas bolcheviques» a quienes «atacan a Camps por poner en la Comunitat Valenciana en el mapa».

La semana pasada, Jorge Vela, exdirector gerente de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, justificaba la contratación de Nóos en el juicio que se sigue en Palma de Mallorca asegurando, sin ironía, que «Nóos nos venía perfectamente para nuestros objetivos de promoción, para que Valencia pudiese estar colocada en el mapa».

De hecho, desde hace más de una década, todo el mundo recurre a la cartografía y con la escusa de poner a la Comunitat Valenciana en el mapa o su derivada de convertirnos en la California de Europa, los gobiernos del partido Popular comenzaron el siglo XX derrochando millones en alzar el complejo de Terra Mítica, ser sede de la Copa del América, construir el Museo de las Ciencias, el Palau de les Arts, dar luz verde al agónico latigazo del Ágora, traer la Fórmula 1, levantar la Ciudad de la Luz, la Ciudad de las Lenguas, la de la Música, la de la Pilota, albergar la visita del Papa y construir un aeropuerto fantasma en Castelló. En definitiva, se trataba de hacer «lo que faça falta» para «poner a la Comunitat Valenciana en el mapa» sin reparar en gastos y, visto lo visto en los tribunales, en comisiones presuntas.

Objetivo cumplido

Tanto esfuerzo ha sido coronado por el éxito, o quizá, tal como aseguraba hace unos días el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, por un fracaso que empaña la imagen del pueblo valenciano.

Una semana antes de las elecciones del 22 de mayo, la cadena de televisión alemana Dars Este, «la Primera», emitía un reportaje del programa «Europamagazin» dedicado a la corrupción en España. La puesta en escena —arriba a la izquierda de esta página— muestra a la presentadora haciendo la entradilla con la ciudad de las Artes y las Ciencias como fondo y un mapa de España en el que se destaca Valencia. Objetivo cumplido.

«La corrupción es uno de los mayores problemas de España», asegura la locutora. «Sus políticos se han llenado los bolsillos con, por ejemplo, la construcción de megaproyectos impresionantes pero completamente absurdos como este centro cultural», añade con los edificios de Calatrava como fondo.

El reportaje va saltando de un plano a otro, con opiniones de Laura Ferris, promotora de la Ruta del Despilfarro, planos del aeropuerto de Castelló, «sin aviones y con su promotor Carlos Fabra en la cárcel» y con los entonces candidatos Antonio Montiel (Podemos), Carolina Punset (Ciudadanos) y Alberto Fabra (PP).

En campaña

Las elecciones del 24-M han sido hasta ahora el momento en el que mayor número de ojos internacionales había fijados sobre la corrupción en la Comunitat Valenciana. Hay artículos de la BBC — «No hay lugar donde los efectos de la crisis y la corrupción sean más visibles que en Valencia», asegura—, mientras el Telegraph explica que el gasto «extravagante de Valencia en los últimos años representa todo lo que se ha hecho mal en España». The Guardian publicaba un reportaje en el que presentaba a la Comunitat Valenciana como una región «conocida por la corrupción política» y tierra de promisión para Podemos, un enfoque similar al de The Economist, Le Figaro o Le Monde.

El suizo Neue Zürcher Zeit une en su titular tres palabras: Corrupción, despilfarro y Valencia mientras el alemán Die Welt publicaba un amplísimo reportaje de Annette Prosinguer centrado en el despilfarro y la corrupción en el que se afirma: «Cada vez que estalla un escándalo nacional de corrupción, puede apostar a que Valencia está involucrada».

Tras las elecciones, el volumen de estas informaciones disminuyó. Quizá porque todos coincidían en augurar un castigo a los partidos de la corrupción y un auge de Podemos y Ciudadanos que solo lo fue a medias. Sin embargo, Valencia ya estaba en el mapa de la corrupción, bajo vigilancia, y las recientes detenciones del presidente provincial del PP Alfonso Rus o el caso Imelsa y su ramificación en el Ayuntamiento de Valencia han dado la vuelta al mundo de la mano de agencias internacionales como Reuters, AFP o la china Xinhua.

La última apuesta para los observadores internacionales es que los escándalos de corrupción, entre los que de nuevo se cita a Valencia como protagonista, pueden ser «un pesado lastre» para Mariano Rajoy en su intento de mantenerse al frente del Gobierno en España. Así se manifestaba hace unos días el corresponsal Tobías Buck para el Financial Times.

Preocupación

Pero, ¿cuál es el impacto real de la corrupción en la imagen de la Comunitat Valenciana y de los valencianos en el exterior?

Para el ministro de Exteriores en funciones e inventor de la campaña promocional de la «Marca España», José Manuel García Margallo, la corrupción es un «cáncer que afecta a la imagen de España, a la cohesión nacional y desmoraliza a la ciudadanía». El ministro no tiene dudas de que la corrupción «ha afectado no sólo la imagen de los partidos sino también la de España en el extranjero».

Al alcalde de Valencia, Joan Ribó, le preocupa «el grave efecto de la corrupción» sobre la ciudad mientras la junta directiva de la Confederación Empresarial Valenciana lamenta «la mala imagen y reputación de lo valenciano en el ámbito nacional», matizan.

Ribó explicó que lo que «quisiera es que Valencia, de una vez por todas, apareciera en el mapa no por estas cosas —la corrupción—sino por cosas en positivo que está haciendo y que está haciendo la inmensa mayoría de los valencianos».

La vicepresidenta y portavoz del Consell, Mónica Oltra, asegura que el Gobierno valenciano comparte «indignación y la vergüenza» por lo que supone para los valencianos «la eterna asociación» a la corrupción de la región valenciana.

Por su parte, el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, advierte de la necesidad de levantar la «hipoteca reputacional» de la Comunitat Valenciana. Su imagen, ha dicho está semana, «no es la mejor», como ha podido «comprobar» en sus viajes a Alemania y EEUU. Es un freno, sugiere, para intentar captar inversiones del extranjero.

Sin embargo, Patrick Rahir, director para España de la agencia de noticias France Press (AFP) no cree que entre la opinión pública o las élites de sus país exista una asociación sistemática de Valencia a la corrupción. Su medio ha informado con detalle sobre los escándalos y las últimas detenciones aunque confirma que la reiteración de los escándalos y su difusión internacional no van a afectar a la economía valenciana ni a su principal industria: el turismo.

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