El presidente Mariano Rajoy ofreció anoche una nueva versión del «me he enterado por la prensa» del escándalo de turno, en este caso del presunto lavado de dinero negro que afecta a la exalcaldesa Rita Barberá y a los concejales de la ciudad de Valencia. Rajoy ofreció en una entrevista televisiva el reverso del citado argumento al apuntar que en Génova no tenían «ni idea de lo que pasaba» en el partido en Valencia. Con la intención de enterarse, explicó, han abierto un expediente informativo a la exalcaldesa y al grupo para que acudan a ofrecer su versión de los hechos y así «saber exactamente qué es lo que ocurrió». «A partir de ahí tomaremos las decisiones que en justicia debamos de tomar», agregó. «Tenemos que ser contundentes, pero también debemos ser justos», indicó el presidente, quien negó que en la cúpula de su partido haya diferencias sobre cómo abordar los casos de corrupción.

Las manifestaciones públicas indican lo contrario. Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valencia, los diversos actores que se disputan las cuotas de poder en la sede del PP de la calle Génova y hasta la sucesión de Mariano Rajoy han sacado a pasear sus discrepancias sobre qué hacer con la exalcaldesa, Rita Barberá, y con los concejales de Valencia, envueltos todos en el escándalo del presunto blanqueo de dinero negro del grupo municipal.

En esa tesis se mueven diversos dirigentes y cargos del partido consultados ayer por este diario, después de que el martes quedara en evidencia la disparidad de criterio sobre el grado de contundencia con el que el partido debe actuar. La comparecencia de la exalcaldesa en rueda de prensa para anunciar que recogía el guante del juez del 18 e iría a declarar había sido pactada con la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal. El presidente Mariano Rajoy celebró la decisión de Barberá como «un paso adelante muy importante, que me deja tranquilo». Y esperó que escampara la tormenta.

Por la tarde, no tuvo más remedio que rectificar y ordenar al Comité de Derechos y Garantías la apertura de un expediente informativo a la exalcaldesa y los concejales investigados por blanqueo. Las grabaciones en las que la exedil María José Alcón constata la «corrupción total» en el partido, y la existencia de «mucho dinero negro» o la exasesora que explicó ante notario y el juez la existencia de «fajos de billetes de 500» llevó al responsable de organización a declararse «abochornado». «Hay cosas del sumario que necesitan ser aclaradas», dijo. Los vicesecretarios Pablo Casado y Javier Maroto expresaron su malestar con Barberá. El primero consideró que las supuestas aclaraciones de la exalcaldesa «no son suficientes». «Algunos nos hemos quedado con ganas de más», remató Casado.

En la misma línea, Maroto apuntó que las «explicaciones» de Barberá «me parecen insuficientes y creo que no han solucionado nada, no puedo ser más claro». Una posición que, sumada al escándalo de las grabaciones, contribuyó a que Rajoy rectificara. El mismo Rajoy que tuvo que refugiarse en el apoyo del PP valenciano, en especial el de Barberá y Francisco Camps, para salvarse en el congreso nacional del partido celebrado en Valencia en 2008, se vio forzado a aparentar al menos que movía ficha tras mes y medio impasible.

Vicesecretarios por la sucesión

«La división de opiniones en la dirección nacional del PP no es porque haya distintas posiciones sobre Rita Barberá o lo concejales; esto sería la coartada, la excusa que pone en evidencia la tensión, nervios y fractura en Madrid», apuntaba una persona próxima a la dirección nacional. Los vicesecretarios «son jóvenes y no quieren quemarse por Rajoy, quieren estar en la carrera de la sucesión de Rajoy», señalaban. En un momento, indican, en el que se escuchan voces en el partido que apuestan por que Rajoy dé un paso atrás o al lado en caso de repetirse las elecciones e incluso de cara a la negociación de un posible Gobierno de coalición.

Otra de las fuentes consultadas coincidía en observar que en otro contexto, con un PP fuerte que hubiera renovado su presencia en el Gobierno, no se habría producido un escenario de diferencia de criterios tan evidente sobre cómo actuar ante la corrupción. «Pero aquí muchos hablan de cara a la galería para que nadie los pueda acusar de ser tibios ante la corrupción después de tanto debate sobre las líneas rojas», comentaba una cargo público del PP.