La tierra en la que hizo negocio sin cortapisas el Instituto Nóos, donde Santiago Calatrava levantó edificios marcados por el trencadís y los sobrecostes y en la que un aeropuerto estuvo 1.391 días después de su inauguración sin recibir ningún vuelo, en esa tierra hay un presunto pufo que sí se pudo esquivar. Esa lotería ha recaído en Málaga en forma de un fallido Museo de las Gemas promovido por la organización Royal Collections „detrás de la cual asoman notables aristócratas„ y que hace una década estuvo a punto de asentarse en Valencia.

Finalmente no lo hizo. Marchó a Málaga. Ahora puede dar las gracias. Porque esta semana el ayuntamiento malagueño ha iniciado una comisión de investigación que intentará arrojar luz sobre un proyecto rodeado de polémica, tildado de «estafa» y en virtud del cual el consistorio de Málaga reclama a Royal Collections en los juzgados 7,2 millones de euros.

Porque el Museo de las Gemas, el que se anunciaba como la mayor colección de piedras preciosas del mundo, la instalación que iba a convertirse en una apuesta cultural de la ciudad de Málaga, para la que el ayuntamiento rehabilitó tres edificios de la antigua Tabacalera que costaron 20 millones de euros, aquella colección no llegó a mostrarse al público jamás. «El aeropuerto sin aviones» de Málaga, en definición de la portavoz de Málaga Ahora, Ysabel Torralbo. Según el portavoz de Ciudadanos, Alejandro Carballo, un proyecto de «31 millones de euros que se han ido por el sumidero».

El ayuntamiento de Málaga sigue tratando de cobrar desde el año 2012, sin éxito, el canon que le pagó a Royal Collections por el fallido museo que tan sólo abrió sus puertas unas horas y completamente vacío. Tuvo que abrir sin licencia de apertura, sin el informe de los bomberos y de la policía, sin la colección de gemas y artes suntuarias montadas, y sólo con algunas vitrinas. Pero esa fugaz apertura estuvo obligada por circunstancias legales: si no abría en 2012 se exponía a perder el contrato y ser sancionada por incumplimiento de compromisos.

Una tensa relación

La Royal Collections llegó a Valencia en 1999 al firmar un contrato con el Museo de las Ciencias Príncipe Felipe. El museo alquilaba un lugar en la tercera planta del edificio para que la empresa expusiera su colección de gemas y piedras preciosas. Allí permanecieron cinco años. Hubo una polémica por medio: la empresa reclamó 600.000 euros en una demanda interpuesta en 2004 a la Ciudad de las Artes y las Ciencias por daños en el mantenimiento de las piedras. En 2005, Royal Collections abandonó el Príncipe Felipe.

Su aventura valenciana no se limitó a la Ciudad de las Artes. Aquello era provisional. El gran proyecto que planeó Royal Collections en Valencia fue la creación de un museo de ciencias de la tierra en el jardín público de Viveros. En 2002, el Ayuntamiento de Valencia autorizó la concesión administrativa de una parcela en Viveros en la que Royal Collections construiría su museo. Pero el proyecto se truncó.

En gran medida porque el concejal socialista Juan Soto llevó a los tribunales al ayuntamiento el 26 de diciembre de 2002 por estimar que la concesión de la parcela «resultaba lesiva ara los intereses de la ciudad». Entre otras cosas, por la falta de informes sobre la idoneidad cultural del proyecto y porque contemplaba el pago de entrada a los visitantes. La judicialización del caso hizo que en 2003 la empresa renunciara al suelo cedido por la corporación de Rita Barberá.

En noviembre de 2005 Royal Collections dejó el Príncipe Felipe. Abandonaba Valencia como eje de sus proyectos. Un año después, en noviembre de 2006, Málaga y Royal Collections acordaron la instalación del proyecto Art Natura en la antigua fábrica de tabacos. Una década después, Málaga sufre, pleitea e investiga. Valencia respira aliviada.