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Palau de la Generalitat

Del Temple al templo de la política

La reorganización de la planta noble del Palau saca del ostracismo al pórtico del siglo XVI del castillo de Montesa que Rincón de Arellano se llevó del Temple en los años 40

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La puerta del castillo, en el Palau de la Generalitat

Llevaba al menos 12 años, durante los mandatos de Francisco Camps y Alberto Fabra, de espaldas a todas las miradas, reservando su lujo y esplendor plateresco a las impresoras del Palau de la Generalitat y a un reducido grupo de secretarias de Presidencia. La reorganización de la planta noble del Palau tras la llegada de Ximo Puig ha sacado del ostracismo a la puerta con más historia de ese templo de la política: la que el penúltimo maestre de Montesa, fray Francesc Llançol de Romaní (1537-1544), mandó esculpir para su celda del convento-castillo de la Costera.

Esta portada de mármol del siglo XVI decora el salón dedicado al primero de los dos papas Borja, Calixte III, que hoy aloja el despacho de Arcadi España, jefe de Gabinete del Presidente. España es la sombra y mano derecha de Puig, por lo que todas las visitas al Jefe del Consell pasan ahora bajo el dintel de Llançol de Romaní, disfrutando de la belleza de esta joya arquitectónica que parece tallada en alabastro.

Pero este vestigio renacentista no llegó al Palau porque la familia valenciana más poderosa e influyente de todos los tiempos estuviera emparentada con los Llançol de Romaní, uno de los linajes «pata negra» del medievo que secundaron a Jaume I en la forja del reino.

Un viaje de medio milenio

Los 75 km que ha recorrido el pórtico en casi medio milenio arrancan en 1748 con una sacudida, la del segundo terremoto más devastador que recuerdan las crónicas desde incluso antes que la Comunitat Valenciana fuera reino. El temblor desmoronó el castillo de la orden militar que Jaume II fundó en 1317 para evitar que, tras la abolición de los templarios, los bienes de los monjes guerreros cayeran en manos de la orden de San Juan del Hospital como quería el papa. Esto hubiera convertido a los hospitalarios en el gran señor feudal del reino, con más poder incluso que la corona.

Tras el temblor, todo lo que se pudo salvar de entre las ruinas del castillo se trasladó en carreta hasta la vieja casa de los templarios en Valencia. Allí, guardaron polvo hasta que 13 años después Carlos III „la corona española absorbió la orden en 1592 tras la muerte del sucesor de Llançol de Romaní„mandó construir una casa de Montesa en el Cap i Casal, lo que hoy se conoce como el Palau del Temple.

Fue en los años 40, cuando el entonces presidente de la Diputación y posterior alcalde de Valencia, el falangista Adolfo Rincón de Arellano, ordenó llevarla a su actual emplazamiento en el Palau, sede la corporación provincial hasta 1982.

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