Los adolescentes que participan activamente y de forma continuada en asociaciones de cualquier tipo tienen menos riesgo de caer en conductas violentas o delictivas. Este es el sorprendente resultado que arroja la tesis doctoral de la psicóloga Andrea Ollero Muñoz, quien realizó un estudio entre 822 jóvenes de entre 14 y 19 años escolarizados en centros de Secundaria de las tres principales ciudades de la Safor, Gandia, Oliva y Tavernes de la Valldigna, con encuestas anónimas.

Según sus conclusiones, pertenecer a una asociación es un factor de protección para el adolescente e incluso mejora la percepción que el joven tiene sobre sí mismo y en relación con la familia, los amigos y su aspecto físico. La tesis, titulada «Asociacionismo y ajuste en la adolescencia», fue dirigida por los catedráticos Marisol Lila y Enrique Gracia, de la Facultad de Psicología de la Universitat de València. Ollero la defendió el pasado mes de febrero y obtuvo la calificación de sobresaliente «cum laude».

La autora excluye de su estudio los foros de internet o las redes sociales como única vía de asociacionismo, al ser un fenómeno más virtual que presencial. Por otra parte, Ollero se planteó como hipótesis inicial si estar en asociaciones también frenaba el consumo de alcohol o cannabis, cosa que habría sido un motivo de satisfacción, pero al cruzar los datos llegó a la conclusión de que, lamentablemente, no influía.

El estudio se refiere a violencia en el ámbito escolar, como peleas o absentismo, y a otras conductas conflictivas, como el vandalismo. Y en cuanto a las asociaciones se incluye cualesquiera que sean, desde las juveniles hasta aquellas en las que ellos conviven con socios de mayor edad, como puedan ser bandas de música, comisiones falleras, «filades» de Moros y Cristianos, centros excursionistas, clubes deportivos o grupos de teatro. Las entidades que están arraigadas en los barrios también ofrecen una red de socialización importantísima para los adolescentes.

Además, la autora del trabajo contempló aquellas entidades que nacieron tras el 15M, un movimiento que permitió reforzar vínculos y compromiso social con las personas más vulnerables afectadas por la crisis.

Andrea Ollero coincide con otros expertos en que la adolescencia «no debe concebirse como un periodo tormentoso», sino como «una etapa de aprendizaje y de oportunidades en la que ellos desarrollan valores como la iniciativa, la responsablidad, la creatividad y la participación en los asuntos públicos».

Así pues, con estas premisas, se lanzó a investigar. En primer lugar, hizo una radiografía de las entidades que existen en la Safor, «una comarca que destaca por su gran tejido asociativo», señala. Según la tipología, los primeros puestos los ocupan las asociaciones deportivas (19%), a continuación las festivas (16%) y las sociedades musicales, con el 13%. Les siguen las de carácter cultural (12%), las juveniles (1 %), las cívico-sociales (7%), las lúdicas y de tiempo libre (5%) las políticas o sindicales (5%) las de aficiones (3%) y por último el 1% son de carácter estudiantil. En el 97% de los casos estar en ellas es un factor preventivo de conflictos.

El 84% de los jóvenes consultados dijo pertenecer a alguna asociación, con un nivel de participación «medio», y de estas en su gran mayoría (un 58%) eran de tipo deportivo.

Autoestima

La conclusión es que la participación juvenil no sólo disminuye el riesgo de caer en conductas antisociales y garantiza una red de apoyo social, sino que el adolescente satisfecho dentro una asociación también mejora su propio autoconcepto, la imagen que tiene de uno mismo, algo fundamental en esta etapa de la vida.

«Los jóvenes han de ser protagonistas de sus propias decisiones y la de participar en un grupo asociativo les garantizará un desarrollo juvenil positivo», asegura Andrea Ollero. Si hubiera que resumirlo en algo parecido a una fórmula matemática, sería la de «asociación+participación=desarrollo juvenil», concluye.